26 enero, 2022

A menudo se piensa que la fe, en todo caso, es algo que tiene que ver con la salvación eterna del ser humano, pero no con la felicidad concreta de cada día, que es lo que ahora mismo nos interesa. Más aún. Hay quienes sospechan que sin Dios y sin religión seríamos más dichosos. Por eso es saludable recordar algunas convicciones cristianas que han podido quedar olvidadas o encubiertas por una presentación desacertada o insuficiente de la fe. He aquí algunas.

  • Dios nos ha creado sólo por amor, no para su propio provecho o pensando en su interés, sino buscando nuestra dicha. A Dios lo único que le interesa es nuestro bien.
  • Dios quiere nuestra felicidad, no sólo a partir de la muerte, en eso que llamamos «vida eterna», sino ahora mismo, en esta vida. Por eso está presente en nuestra existencia potenciando nuestro bien, nunca nuestro daño.
  • Dios respeta las leyes de la naturaleza y la libertad del ser humano. No fuerza ni la libertad humana ni la creación. Pero está junto a los hombres apoyando su lucha por una vida más humana y atrayendo su libertad hacia el bien. Por eso, en cada momento contamos con la gracia de Dios para ser lo más dichosos posible.
  • La moral no consiste en cumplir unas leyes impuestas arbitrariamente por Dios. Si él quiere que escuchemos las exigencias morales que llevamos dentro del corazón por el hecho de ser humanos es porque su cumplimiento es bueno para nosotros. Dios no prohíbe lo que es bueno para la humanidad ni obliga a lo que puede ser dañoso. Sólo quiere nuestro bien.
  • Convertirse a Dios no significa decidirse por una vida más infeliz y fastidiosa, sino orientar la propia libertad hacia una existencia más humana, más sana y, en definitiva, más dichosa, aunque ello exija sacrificios y renuncia. Ser feliz siempre tiene sus exigencias.
  • Ser cristiano es aprender a «vivir bien» siguiendo el camino apuntado por Jesucristo, y las bienaventuranzas son el núcleo más significativo y «escandaloso» de ese camino. Hacia la felicidad se camina con corazón sencillo y transparente, con hambre y sed de justicia, trabajando por la paz con entrañas de misericordia, soportando el peso del camino con mansedumbre. Este camino diseñado en las bienaventuranzas lleva a conocer ya en esta tierra la felicidad vivida y experimentada por el mismo Jesús.

Pbro. Fernando Sotelo Anaya