23 septiembre, 2021

 

“Tus ojos contemplaban mis acciones, todas ellas estaban escritas en tu libro,
y los días que me asignaste, antes de existir” (Sal 139,16).
“Más aún, hasta los cabellos de su cabeza están todos contados.
No teman; ustedes valen más que todos los pájaros” (Lc 12,7).

Muy comúnmente nos puede suceder que los planes no nos salen como nos lo proponíamos. Y el hecho de que fallen nuestros planes da pié a qué pensemos sólo en las circunstancias que no han sido favorables o en lo que nosotros no hemos previsto. Resulta que con frecuencia pensemos sólo en descubrir dónde estuvo el fallo o que fue lo que influyó más concretamente. O lo que es peor aún, buscamos a quien culpar de los resultados no esperados.

Esto bien se puede aceptar como parte de nuestras limitaciones humanas para prever todo lo que quisiéramos lograr de determinada manera. Y hasta se convierte en desafío para poner mejor atención en los planes que vamos preparando. Siendo un ejercicio muy recomendable el descubrir nuestras limitaciones y carencias en la búsqueda de cierto resultado. Lo que nos ayuda a tomar muy en cuenta la realidad con la que contamos y en la que nos encontramos.

Pero además, puede ser también un ejercicio serio de autocrítica y reflexión para discernir cómo están planteadas nuestras aspiraciones. Y qué es en realidad lo que puede contribuir más a la obtención de ciertos resultados, de acuerdo a nuestra personalidad. Para llegar a darnos cuenta con humildad que evidentemente no todo depende de nosotros. No sólo lo que nosotros proyectemos parte de lo que en realidad más nos conviene y podremos obtener.

Muy seguramente hay un plan mejor y que aún no hemos descubierto. Un plan para nuestra vida y crecimiento personal que está en las manos de quién mejor nos conoce. Sólo Dios sabe que es lo que más conviene a nuestras necesidades y realidad. Y ése es un elemento esencial a tomar en cuenta al emprender algo que nos llevará a descubrir qué es lo mejor que nos llevará a obtener lo que deseamos. Ponernos definitivamente en las manos de Dios será el mejor comienzo. Y esperar a que los resultados vengan de acuerdo a su voluntad para nuestra vida.

No hay nada más frustrante que pensar que los planes no salen como quisiéramos sólo porque alguien no correspondió a nuestras expectativas, o porque nosotros nos lo planteamos mal.

Claro que el factor humano influye decididamente. Pero es bueno analizar las cosas y pensar: éste era mi plan y no resultó, ¿cuál será el plan que Dios me tiene destinado? Los planes de Dios hacia nosotros no dejan de ser un misterio. Misterio que se nos desvela con perseverancia, fe y esperanza en todo lo que Dios nos va permitiendo vivir. Ánimo, si nos han fallado los planes, ¿no será que existe un plan mejor que todavía no hemos descubierto?
P. Fernando Sotelo Anaya