28 abril, 2021

Todo hombre vive condicionado por la realidad sociológica e histórica en la que se encuentra inserto. Sin que podamos evitarlo, somos parte integrante de un mundo complejo que incide poderosamente en nuestra manera de ser, actuar y vivir.

El marco sociocultural y sicosocial en el que vivimos marca decisivamente nuestra conducta, nuestra actitud existencial y nuestro ser entero.

Por eso deberíamos estar más atentos a aquellos fenómenos sociológicos que están modelando el ser del hombre contemporáneo. Fenómenos tales como el cambio cultural, la tecnología, el consumo, la movilidad, el anonimato social, la incomunicación, el pluralismo…

No son pocos los observadores que, al estudiar las posibilidades y los riesgos de la sociedad contemporánea, señalan con tono alarmante el empobrecimiento interior y el vacío que parece amenazar al hombre contemporáneo.

Un hombre que ha avanzado técnicamente de manera insospechada, pero que vive en dependencia cada vez mayor de aquello que él mismo produce y fabrica.

Un hombre que, en la mayoría de los casos, se ve obligado a vivir encadenado para siempre a un oficio especializado, sin poder desarrollar adecuadamente más que una parte mínima de su ser.

Un hombre que vive de manera acelerada, sometido a un ritmo de vida agotador, sin posibilidad de detenerse serenamente ante su propia vida.

Un hombre abrumado por una información múltiple y variada de noticias y datos, pero sin medios para discernir, reflexionar y formarse su propio juicio con responsabilidad y lucidez.

Un hombre seducido por los mil engañosos atractivos de la sociedad de consumo, pero infra-alimentado» espiritualmente.

Un hombre alienado por diversos eslóganes y distraído por innumerables modas o consignas, pero sin capacidad para enfrentarse a su propia verdad.

Los creyentes entendemos que la fe puede ser la gran fuerza interior que nos ayude a liberarnos de la alienación, la superficialidad, la desintegración y el vacío interior.

Para vivir de una manera más humana y liberada necesitamos una energía interior capaz de animar y dinamizar toda nuestra vida.
P. Fernando Sotelo Anaya. Saludos