12 marzo, 2019
Evangelio según san Lucas 4, 1-13

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo:
—«Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.»
Jesús le contestó:
—«Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre”.»
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:
—«Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero.
Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.»
Jesús le contestó:
—«Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”.»
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:
—«Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”.»
Jesús le contestó:
—«Está mandado: “No tentarás al Señor, tu Dios”.»
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

TENTACIONES

Los cristianos de la primera generación se interesaron muy pronto por las tentaciones de Jesús. No querían olvidar el tipo de conflictos y luchas que tuvo que superar para mantenerse fiel a Dios. Les ayudaba a no desviarse de su única tarea: construir un mundo más humano siguiendo los pasos de Jesús.
El relato es sobrecogedor. En el desierto se puede escuchar la voz de Dios, pero se puede sentir también la atracción de fuerzas oscuras que nos alejan de él. El diablo tienta a Jesús empleando la Palabra de Dios y apoyándose en salmos que se rezan en Israel. Hasta en el interior de la religión se puede esconder la tentación de distanciarnos de Dios.

En la primera, Jesús se resiste a utilizar a Dios para convertir las piedras en pan. Lo primero que necesita una persona es comer, pero no sólo de pan vive el hombre. El anhelo del ser humano no se apaga alimentando su cuerpo. Necesita mucho más.

Precisamente, para liberar de la miseria, del hambre y de la muerte a quienes no tienen pan, hemos de despertar el hambre de justicia y de amor en nuestro mundo deshumanizado de satisfechos egoístas.

La segunda escena es impresionante. Jesús está mirando el mundo desde una montaña alta. A sus pies se le presentan todos los reinos con sus conflictos, guerras e injusticias. Ahí quiere él introducir el reino de la paz y la justicia de Dios. El diablo, por el contrario, le ofrece el poder y la gloria si se le somete.

La reacción de Jesús es inmediata: Al Señor tu Dios adorarás. El mundo no se humaniza con la fuerza del poder. No es posible imponer el poder sobre los demás sin servir al diablo. Quienes siguen a Jesús buscando gloria y poder viven arrodillados ante el diablo. No adoran al verdadero Dios.

Por último, en lo alto del templo, el diablo le sugiere a Jesús buscar en Dios seguridad. Podrá vivir tranquilo, sostenido por sus manos y caminar sin tropiezos ni riesgos de ningún tipo. Jesús reacciona: No tentarás al Señor tu Dios.

Es diabólico organizar la religión como un sistema de creencias y prácticas que dan seguridad. No se construye un mundo más humano refugiándose cada uno en su propia religión. Es necesario asumir a veces compromisos arriesgados, confiando en Dios como Jesús.

P. Fernando Sotelo Anaya