21 enero, 2024

Jesús fue un profeta itinerante. No permaneció predicando en el desierto del Jordán. No se quedó en su aldea de Nazaret. Tampoco se instaló en Cafarnaúm donde vivió algún tiempo. Su estilo era otro: recorrer los pueblos comunicando su experiencia de un Dios bueno. Esta manera de actuar no era casual. Respondía a una estrategia bien pensada y tenía un hondo significado que los investigadores tratan hoy de captar.

Jesús no quería que el pueblo marchara al Jordán a prepararse piel juicio inminente de Dios. Sería él mismo quién los visitarla, aldea por aldea, invitando a todos a acoger a Dios que irrumpía en sus vidas. No tenían que peregrinar a ninguna parte. Era Dios quien venía a sus casas.

Jesús recorrió los pequeños pueblos de Galilea pero, al parecer, no entró nunca en las grandes ciudades como Séforis o Tiberíades. El anuncio de Dios tenía que comenzar allí donde el pueblo estaba más enfermo y abatido, despojado del derecho a disfrutar dignamente de su tierra.

Su vida itinerante en medio de aquellas gentes era símbolo de su libertad. Jesús no tiene casa ni tierra alguna. No lleva consigo ninguna moneda con la imagen del César. No tiene que responder ante ningún recaudador. Él es el primero que se ha salido del imperio de Roma para entrar confiadamente en el reino de Dios. Lo dice abiertamente: «No tengo dónde reclinar mi cabeza».

Jesús no se instala en ningún lugar. El reino de Dios no tendrá un centro geográfico de poder desde el que pueda ser controlado. No es como el imperio gobernado por Tiberio desde Roma ni como la religión judía vigilada por los sumos sacerdotes desde el Templo 

El Dios de Jesús sólo puede ser anunciado en contacto – directo y estrecho con las gentes más necesitadas de vida y dignidad, desde una estrategia alejada del poder, por hombres y mujeres que se mueven con libertad frente a cualquier sistema imperialista. El evangelio apócrifo de Tomás atribuye a Jesús estas palabras: «Sed itinerantes». Según algunos autores, sería un dicho auténtico de Jesús. ¿Es posible volver al movimiento itinerante creado por Jesús?

P. Fernando Sotelo Anaya.