3 septiembre, 2020

Las primeras tradiciones cristianas describen a Jesús como alguien que pone en marcha un profundo proceso de sanación tanto individual como social. Ésa fue su intención de fondo: curar, aliviar, restaurar la vida. Los evangelistas ponen en boca de Jesús frases que lo dicen todo: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10).

Por eso, las curaciones que Jesús lleva a cabo a nivel físico, psicológico o espiritual son el símbolo que mejor condensa e ilumina el sentido de su vida. Jesús no realiza curaciones de manera arbitraria o por puro sensacionalismo. Lo que busca es la salud integral de las personas: que todos los que se sienten enfermos, abatidos, rotos o humillados, puedan experimentar la salud como signo de un Dios amigo que quiere para el ser humano vida y salvación.

No hemos de pensar sólo en las curaciones. Toda su actuación trata de encaminar a las personas hacia una vida más sana: su rebeldía frente a tantos comportamientos patológicos de raíz religiosa (legalismo, hipocresía, rigorismo vacío de amor…); su lucha por crear una convivencia más humana y solidaria; su ofrecimiento de perdón a gentes hundidas en la culpabilidad y la ruptura interior; su ternura hacia los maltratados por la vida o por la sociedad; sus esfuerzos por liberar a todos del miedo y la inseguridad para vivir desde la confianza absoluta en Dios.

No es extraño que, al confiar su misión a los discípulos, Jesús los imagine no como doctores, jerarcas, liturgistas o teólogos, sino como grandes curadores: «Proclamen que el Reinado de Dios está cerca: curen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los leprosos, arrojen los demonios». La primera tarea de la Iglesia no es celebrar cultos, elaborar teología, predicar moral, sino curar, liberar del mal, sacar del abatimiento, sanear la vida, ayudar a vivir de manera saludable. Esa lucha por la salud integral es camino de salvación.

 Lo denunciaba hace algunos años B. Häring, uno de los más prestigiosos moralistas del siglo XX: la Iglesia ha de recuperar su misión sanadora si quiere enseñar el camino de la salvación. Anunciar la salvación eterna de manera doctrinal, intervenir sólo con llamamientos morales o promesas de salvación desprovistas de experiencia sanadora en el presente, pretender despertar la esperanza sin que se pueda sentir que la fe hace bien, es un error. Jesús no actuó así.

P. Fernando Sotelo Anaya