5 mayo, 2021

Preguntarse por Dios es razonable, “quizás porque de Dios hablamos todos. Es un tema que sigue teniendo actualidad. Suscita curiosidad, morbo, fascinación, rechazo visceral o, sencillamente, como decía Fernando Savater, mientras sigamos siendo mortales nos preguntaremos por Dios.” Porque cada uno, puesto que la idea de Dios reside en cada intimidad, lo interpreta a su manera, y esto suscita competencia por hacerse con la marca Dios. Tal vez porque hay que hablar de él de una manera nueva, cercana, vitalmente significativa en el mundo de hoy. Pero sobre todo porque cualquiera se siente partícipe del argumento tratando de resolver el enigma por sus propios medios, por su misma indagación y racionalidad. Porque no es cierto, dice Eugen Ionesco, que hoy sean pocos los que buscan a Dios. Las personas lo buscan siempre. Quizá lo buscan en los ídolos de la canción, del deporte, de la política, del terrorismo.. No es posible una sociedad sin Dios. Porque no sabemos si, desde nuestra pobre fe, podemos decir que creemos en Dios, pero sí sabemos, con seguridad, que Dios nos hace falta. Porque en las actuales circunstancias, la fe del creyente requiere ahora coraje y está necesitada de fundamentación, mientras que el ateísmo práctico o teórico de una vida que transcurre placentera sin dios no precisa ya fundamentación alguna, aunque también hay creyentes que reniegan de la razón y olvidan 1 Pe 3, 15: “Den culto al Señor, Cristo, en sus corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que les pida razón de su esperanza. Pero háganlo con dulzura y respeto”; y esto implica pero también complica un diálogo saludable. Porque la pregunta por la existencia de Dios, que es de lo que en realidad se trata, o nos concierne a todos sin excepción o no concierne a nadie, luego cuanto más importante sea algo para todo el mundo, tanto más comprensible y sencillo habrá de ser lo que se diga al respecto; se trata de hablar de Dios de forma comprensible, mas no por ello banal. Porque ante el silencio sobe Él que impera en la filosofía y cultura actuales, surge la pregunta: ¿tiene sentido hablar de Dios hoy? En busca de una respuesta las lecciones propusieron una reflexión fronteriza entre filosofía y teología en la medida en que hablar sobre Dios y sobre el hombre se implican. Preguntarse por Dios es razonable, a fin de cuentas, porque como advirtió J. Ratzinger en su diálogo con J. Habermas, la razón necesita de la fe para abrirse a horizontes amplios y, a su vez, la fe necesita de la razón para purificarse de sus excesos.[1] Y esto a pesar de, o precisamente por ello mismo, experimentar, quien más quien menos, la radical insuficiencia del decir sobre Dios. Pero, ¿Quién no necesita atravesar la frontera? Es verdad que ante la indiferencia religiosa actual primero hay que provocar la inquietud y la pregunta, y hablar de Dios como problema razonable del hombre, porque es éste el que pregunta…

Fernando Sotelo Anaya