17 septiembre, 2021

 

“Sean pues, astutos como serpientes, y sencillos como palomas” (Mt 10,16).
“No juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados;

perdonen, y serán perdonados”(Lc 6,37).

Es muy fácil sacar conclusiones precipitadas, cuando sentimos que debemos emitir inmediatamente un juicio acerca de algo o alguien. Pero eso nos puede llevar a ser imprudentes y sacar conclusiones a la ligera. Sobre todo, influenciados inclusive hasta por nuestro estado de ánimo. Recordemos que las circunstancias que rodean ciertas situaciones y la realidad de las personas, no es nunca una sola. Toda situación tiene muy seguramente no solo dos aspectos, sino tres o cuatro o hasta más.

Es bueno otorgar a los demás un margen de confianza, y eso será visto como benevolencia y con agradecimiento. Y es mucho más fructífero estar abiertos a lo que sea explicable, razonable y aceptable. Nunca es bueno constituirnos en jueces absolutos, pues definitivamente nosotros también experimentamos carencias en nuestra manera de proceder, y nuestras perspectivas definitivamente pueden ser fácilmente influenciadas y hasta reprobables. Generar confianza y cordialidad será mucho más provechoso para todas las partes involucradas.

Nuestra visión es demasiado horizontal, sólo percibimos generalmente lo que está a la altura de nuestras circunstancias. Hay que dar más espacio a la acción y la visión de Dios en determinados asuntos, que tocan lo delicado de cada vida humana. Cómo es gratificante colmar de humanidad nuestro proceder en todo momento. A veces se nos olvida lo demasiado humano que somos y nos constituimos en algo divino distante e impenetrable. Y es necesario actuar en muchas ocasiones ya no sólo por caridad cristiana sino por humanidad solidaria.

Quien se juzga mejor que los demás sólo porque no ha experimentado lo que alguien más debe enfrentar, pierde necesariamente un verdadero contacto con la realidad. Y no hay nada peor que llegar a pensar como dice el dicho: “De ésa agua no beberé”. Siempre es mejor descubrir que nuestro comportamiento humano hasta cierto punto puede llegar a ser impredecible. Somos un misterio como personas. Además de estar altamente influenciados por lo que experimentamos a nuestro alrededor. O por la manera como hemos sido educados, o dónde hemos vivido y crecido.

Hay algo que nos podría ayudar mucho a evitar conclusiones precipitadas, y se llama sentido común. Y hay quien diga que es el menos común de los sentidos. Tiene que ver definitivamente con nuestros criterios y capacidad de discernimiento. Es muy importante escuchar bien a los demás. Prestarles atención detenidamente. Que se sepan valorados y comprendidos porque en realidad nos importa lo que les está pasando. Y muy seguramente sólo necesitan de esto para ver las cosas más claramente y asumir las consecuencias de sus actos. Jesús así lo hizo en múltiples ocasiones, según lo encontramos en el Evangelio. Sigamos entonces el ejemplo del Maestro. Que miró siempre todo desde la perspectiva del amor. Seguramente nos equivocaremos menos.
P. Fernando Sotelo Anaya