La ideología de género a la sociedad
¿Qué entendemos por ideología de género? Es un sistema de pensamiento de carácter filosófico que interpreta la sexualidad y la afectividad humanas como un hecho puramente psicológico (preferencia y voluntad) y cultural, prescindiendo e incluso anulando toda influencia de la naturaleza en la conducta humana.
Las “diferencias” entre varón y mujer, por tanto, no provendrían de la naturaleza biológica y psíquica del ser humano, sino de una construcción cultural o social (convencional), a partir de los roles y estereotipos que se asignan a los sexos.
Desde esta óptica, cada uno podría crear su propia identidad sexual: hombre o mujer. Además, tendría el derecho de que se lo reconozca en el Registro Civil.
Lo masculino o lo femenino de las cosas, por su parte, no tienen nada que ver con la sexualidad humana. La mesa, la silla y la casa, por ejemplo, son de género femenino; y el vaso, el árbol y el carro, de género masculino, sin que tengan ninguna cualidad femenina o masculina, respectivamente. La mesa es mesa, sin que sea mujer; y el árbol es árbol, sin que sea varón.
La ideología de género, aplica el concepto de masculino y femenino de las cosas a las personas. De aquí concluye que lo masculino y lo femenino pertenecen a lo cultural o social y que, por lo mismo, son convencionales o fruto de un acuerdo de cada pueblo y época.
Al término género le dan el significado de sexo. En un primer momento, género y sexo se presentan como si fueran sinónimos y, por lo mismo, intercambiables. Luego, el término sexo es utilizado, exclusivamente, para la dimensión biológica; y el de género como “construcción social o cultural”.
La biología, la psicología, la sociología y la filosofía demuestran que el ser humano es un “centro” de relaciones: consigo mismo (biológicas y psicológicas), con los demás (culturales), con el cosmos y con lo trascendente. Esta constatación ha llevado a definir a la persona como una “unidad” bio-psico-social-cósmico-trascendente.
La ideología de género, en cambio, defiende una visión fragmentada de la persona. Lo biológico nada tendría que ver con lo psicológico y, mucho menos, con lo cultural. El sexo “varón o mujer“, con el que se nace, sería totalmente distinto del género masculino o femenino, que dependería del sentimiento y de la voluntad de cada persona, de acuerdo con su orientación o preferencia sexual, como también de lo que la sociedad defina sobre tales realidades.
El género, según esta teoría, además, podría cambiarse tantas veces como así lo decida el individuo, como heterosexual, homosexual (gay o lesbiana), bisexual, transexual, intersexual u otra forma de género.
El Papa Benedicto XVI, de una manera clara y sintética, nos ha recordado que el ser humano con el ateísmo pretendió negar la existencia de Dios; con el materialismo, las exigencias de la libertad; y con la ideología de género, las de su propio cuerpo. El hombre moderno, entonces, se declara un dios que se auto-crea.
La ideología de género pretende dar un nuevo valor a la sexualidad humana sin tener en cuenta la naturaleza biológica y psicológica. La autonomía del género, según esta teoría, es tan absoluta que la cultura crea “la verdadera naturaleza” de varón o mujer al margen de lo biológico.
Pero esta afirmación, en la vida ordinaria, no tiene asidero. Lo que se percibe, de un modo inmediato y espontáneo, es que lo masculino está relacionado con el cuerpo de un varón y lo femenino con el cuerpo de una mujer.
Si se aceptara, por consiguiente, la hipótesis de que cada quien puede construir su propio género, al margen del sexo biológico, – lo cual no ha sucedido aún ni sucederá-:
a) Desaparecería la distinción entre varón y mujer: Todos somos iguales y cada quien independientemente de su sexo, opta por lo femenino o lo masculino.
b) Todos los tipos de uniones tendrían el mismo valor antropológico y social: De este modo, todos los tipos de relación tendrían el mismo valor, como el matrimonio varón y mujer, el concubinato, el intercambio de parejas, la poligamia, la poliandria, la prostitución, las uniones homosexuales, la promiscuidad, la pedofilia, la pornografía, la zoofilia, la necrofilia, entre otras.
c) Se eliminaría el matrimonio y la patria potestad: Si se consideran iguales todas las relaciones, las esporádicas y las permanentes, se destruye el matrimonio. Pero esta destrucción no se la hace directamente, sino llamando matrimonio a todo tipo de unión efímera y cobra fuerza el divorcio, la unión de hecho y la unión homosexual. La pérdida de autoridad de los padres en la educación de los hijos es el golpe más duro contra el matrimonio.
d) Desaparecería la familia, la sociedad y la cultura: Los Estados totalitarios lo primero que destruyen es la familia, porque precisamente, detestan toda expresión de libertad y comunión. Si la forma indisoluble del matrimonio entre un varón y una mujer y la relación con los hijos es el modo más adecuado para construir una comunidad de amor y libertad, es lógico que se trate por todos los medios de destruirla. Si el matrimonio y la familia desaparecen, igual suerte corre la sociedad. Hipotéticamente, se podría pensar en un nuevo fundamento de la sociedad. Las culturas de todos los tiempos han subsistido gracias a la presencia de las familias constituidas por matrimonios estables, donde esposos e hijos viven la comunión de vida y de bienes.
P. Fernando Sotelo Anaya