1 abril, 2020

Jornada Penitencial Nacional

Subsidio para las diócesis

Ante la pandemia ocasionada por la COVID-19, los Obispos de México convocan a todo el pueblo mexicano a una jornada nacional penitencial el viernes 3 de abril, conocido tradicionalmente como “Viernes de Dolores” [Decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, del 18 de marzo de 1995
(Prot. 452/95/L)], último viernes del Tiempo de Cuaresma, tiempo penitencial por excelencia.

La Iglesia hoy nos invita a vivir la penitencia en nuestras propias vidas; un modo particular de hacerlo es con las obras de penitencia:

1) Perseverar en los deberes del propio estado:

a. Dificultades encontradas en el trabajo y en la convivencia humana
b. Paciente sufrimiento de las pruebas diarias
c. Inseguridades con la que se enfrenta la vida

2) Unir los propios dolores a los de Cristo:

a. Enfermedad
b. Pobreza
c. Desgracia
d. Perescución por causa de la justicia

3) Los sacerdotes y consagrados vivan particularmente la abnegación y anonadamiento La Iglesia también nos invita a realizar las siguientes acciones de penitencia, propias de este Tiempo de Cuaresma:

    1. Ayuno: consta de una sola comida durante el día, sin que se prohiba tomar un poco de alimento por la mañana y por la noche, atendiendo a la calidad y cantidad.
    2. Abstinencia: que consiste en no consumir carnes, esto es, el tejido animal muscular de animales terrestres, es decir, mamíferos, aves y reptiles.
    3. Obras de caridad y misericordia.
    4. Devociones:

a. Devoción a Nuestra Señora de los Dolores
b. Rezo de la Corona de la Divina misericordia
c. Rezo del Via Crucis

Además de exhortar a los fieles a todas las anteriores prácticas y obras de penitencia, los Obispos de México los exhortamos a participar en una Hora Santa penitencial a través de las plataformas digitales, en la cual, nos ponemos delante del Señor, real y verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento del altar, y le suplicamos a él, “nuestro intercesor ante el Padre” (1 Jn 2, 2. 3) que nos alcanze la salud espiritual y corporal.

Retomando la nota de la Penitenciaría Apostólica, de fecha del 20 de marzo de 2020, acerca del Sacramento de la Penitencia en la actual situación de pandemia, donde puntualiza que: “Cuando el fiel se encuentre en la dolorosa imposibilidad de recibir la absolución sacramental, debe recordarse que la contrición perfecta, procedente del amor del Dios amado sobre todas las cosas, expresada por una sincera petición de perdón (la que el penitente pueda expresar en ese momento) y acompañada del firme propósito de recurrir cuanto antes a la confesión sacramental, obtiene el perdón de los pecados, incluso mortales (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1452)”, EN LA MISMA HORA SANTA, A LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS QUE NOS LLAMA A LA CONVERSIÓN, HAREMOS JUNTOS UN ACTO DE CONTRICIÓN PERFECTA, con la petición y esperanza de muy pronto tener acceso al Sacramento de la Penitencia.

 

OBRAS DE MISERICORDIA

El practicar las obras de misericordia, contribuirá a que pongas tu granito de arena para generar el cambio que la sociedad de hoy tanto necesita. Las obras de misericordia invitan a predicar con el ejemplo, y a identificarnos con otros.
Es decir, a anteponer nuestra humanidad a cualquier interés material, algo que actualmente hace mucha falta.

• Corporales

  1. Dar de comer al hambriento
  2. Dar de beber al sediento
    Se refieren a procurar las necesidades básicas del alimento y la bebida con los más desfavorecidos. Esto es parte del bien común que agrada a Dios y nos hace mejores personas.
  3. Dar posada al peregrino
    Alojar a los viajeros era un gesto de calidad humana muy importante en tiempos antiguos, debido a los peligros que se encontraban en las
    travesías.
    Actualmente, dar refugio a quien se encuentra en situación de calle, sigue siendo una obra de misericordia que manifiesta nuestra empatía con otro ser humano, y nos muestra la fraternidad que nos une como pueblo.
  4. Vestir al desnudo
    Donar ropa que ya no utilizamos a alguien que la necesita, es una de las obras de misericordia que muchas familias ponen en práctica actualmente.
    De esta manera contribuimos a proteger de las inclemencias del clima a los más desprotegidos, y también le hacemos un favor al planeta evitando que esta ropa se convierta en basura.
  5. Visitar al enfermo
    Asistir y consolar a un enfermo, es un acto de amor al prójimo en el cual manifestamos al mismo tiempo nuestro amor al Creador. Así contribuimos a proteger su creación en nuestros hermanos enfermos.
    Nadie estamos exentos de sufrir una enfermedad, y cuando esto ocurre no podemos evitar que nuestro estado de ánimo decaiga. Por ello, es muy importante contar con el apoyo de nuestros semejantes, así evitamos caer en depresiones que solamente empeorarían nuestro malestar físico.
  6. Visitar a los presos
    Esta obra de misericordia se refiere a dar ayuda tanto material como espiritual a quienes por diversas circunstancias se encuentran privados de su libertad.
  7. Enterrar a los difuntos
    Teniendo en cuenta que el cuerpo es el estuche del alma.

• Espirituales

  1. Enseñar al que no sabe
    Compartir el conocimiento es quizá el acto más noble que puede hacer un ser humano. De alguna manera trascendemos y dejamos una huella que nuestro aprendiz dejará a su vez en otros, dando así la posibilidad de crecer como sociedad.
  2. Dar buen consejo al que lo necesita
    El consejo es uno de los dones otorgados por el Espíritu Santo. Por ello, esta obra de misericordia va más allá de dar opiniones personales a otro.
    Se trata de guiarlo en situaciones difíciles.
  3. Corregir al que se equivoca
    Esta obra de misericordia consiste en llevar por el buen camino a quien ha pecado.
    Nadie estamos exentos de cometer errores, pues ello es parte de la naturaleza humana. Sin embargo, al vivir en sociedad debemos corregir al que se equivoca, haciéndole ver sobre todo el por qué lo que hizo fue un error, siempre con paciencia y sin humillarlo, pues más que reprochar se trata de guiar.
    Con esto estamos manifestando nuestra calidad de hermanos que tenemos con nuestros semejantes, considerándonos todos hijos de Dios.
  4. Perdonar al que nos ofende
    Esta obra de misericordia implica un crecimiento espiritual en el cual superamos sentimientos de venganza y rencor.
    De este modo, al superarnos a nosotros mismos en nuestros sentimientos negativos, ponemos en práctica la frase de la Oración del Señor: “perdona nuestras ofensas, así como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
  5. Consolar al triste
    Dar consuelo a quien es aquejado por el dolor del alma conocido como tristeza, es una obra de misericordia. Es un acto que nos asemeja a Jesús cuando se compadecía del dolor ajeno. Nos une también como hermanos ante los ojos de Dios, y saca a relucir lo más bello que podemos tener como seres humanos: la empatía.
  6. Sufrir con paciencia los defectos de los demás
    Aplicar la paciencia ante los defectos de otros engrandece nuestra virtud, y nos muestra que verdaderamente amamos a los demás. Sin embargo, cuando estos defectos están causando daño propio, es conveniente, con serenidad, hacer una advertencia al otro.
  7. Orar por vivos y difuntos
    La oración es el poder que tenemos para dar paz a las almas de nuestros semejantes. Por ello, el Papa Francisco hace un llamado a rezar tanto por los vivos como por los muertos, para que sus almas estén en paz.

SIETE DOLORES DE MARÍA:

Primer Dolor:

La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.

Dios te salve María, llena eres de gracia,
el Señor es contigo,
bendita eres entre las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.


Segundo Dolor:

La huida a Egipto con Jesús y José
Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.

Dios te salve María, llena eres de gracia,
el Señor es contigo,
bendita eres entre las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

 


Tercer Dolor:

La pérdida de Jesús

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de san José; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.

Dios te salve María, llena eres de gracia,
el Señor es contigo,
bendita eres entre las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

 


Cuarto Dolor:

El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como éll lo fue.

Dios te salve María, llena eres de gracia,
el Señor es contigo,
bendita eres entre las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.


Quinto Dolor:

La crucifixión y la agonía de Jesús

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.

Dios te salve María, llena eres de gracia,
el Señor es contigo,
bendita eres entre las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.


Sexto Dolor:

La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como él nos amo.

Dios te salve María, llena eres de gracia,
el Señor es contigo,
bendita eres entre las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.


Séptimo Dolor:

El entierro de Jesús y la soledad de María

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; éll, que era Creador y Señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos;
siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y tú, Madre nuestra le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos…

Dios te salve María, llena eres de gracia,
el Señor es contigo,
bendita eres entre las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

Madre nuestra,
tú estabas serena y fuerte junto a la cruz de Jesús.
Ofrecías tu Hijo al Padre
para la redención del mundo.
Lo perdías, en cierto sentido,
porque él tenía que estar en las cosas de su Padre,
pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo,
en el amigo que da la vida por sus amigos.
María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús:
“Ahí tienes a tu hijo”, “ahí tienes a tu Madre”.
¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan!
Queremos llevarte siempre a nuestra casa.
Nuestra casa es el lugar donde vivimos;
pero es sobre todo el corazón,
donde mora la Trinidad Santísima.
Amén.