23 marzo, 2022

Hay muchas formas de vivir el momento actual. Unos se dedican a reprobar esa corrupción pública que no parece tener fin. Otros viven lamentándose de una crisis económica a la que no se ve fácil salida. La mayoría sólo se preocupa de disfrutar mientras se pueda. Es posible, no obstante, reaccionar de manera más sana. ¿En qué dirección?

Frente a un pragmatismo que lo reduce todo a cálculos interesados, defensa de la persona. Hemos de defender siempre a la persona como lo más grande, lo que nunca debe ser sacrificado a nada ni a nadie.

Frente a un individualismo exacerbado que difunde la consigna del «sálvese quien pueda», solidaridad y preocupación por las víctimas. Ningún ser humano debe quedar abandonado a su desgracia, excluido de nuestra ayuda solidaria.

Frente a la violencia y el enfrentamiento destructor, diálogo y reconciliación. No es posible construir juntos el futuro si no es desde el respeto mutuo, la tolerancia y el acercamiento de posturas.

Frente a la apatía y la insensibilidad social que prohíbe pensar en las víctimas del desarrollo, compasión. Sólo es de verdad humano quien sabe mirar la vida desde el sufrimiento de los excluidos del bienestar.

Frente a un tipo de organización social que busca eficacia y rendimiento sin atender las necesidades del corazón humano, ternura y misericordia. Son cada vez más las personas que necesitan afecto, cariño y compañía para no caer en la desesperación.

Frente a una permisividad ingenua que predica «libertad» para sucumbir luego a las nuevas esclavitudes del dinero, el sexo o la moda, lucidez. Sólo quien vive desde una libertad interior y es capaz de amar con generosidad, disfruta de la vida con corazón liberado.

Frente al desencanto y la crisis de esperanza, fe en un Dios Amigo del hombre. Eliminado Dios, el ser humano se va convirtiendo en una pregunta sin respuesta, un proyecto imposible, un caminar hacia ninguna parte. Estamos necesitados de una mirada más positiva y confiada. Hace bien creer en el «Dios de la esperanza».

Esta puede ser la forma concreta de escuchar la llamada de Jesús a «construir» nuestra vida sobre la «roca » del Evangelio.

P. Fernando Sotelo Anaya.