El sufrimiento cristiano y la logoterapia
La voluntad de sentido es la intencionalidad del hombre hacia el sentido y el amor que a la luz de la Conciencia quiere realizar a pesar de los condicionamientos.
Comenzar a descubrir el valor de actitud ante el sufrimiento se va adquiriendo en relación con la vida siendo éste un acto de auto-configuración. El sentido del sufrimiento se eleva en el acto de la oblación unido al misterio de Cristo descubriendo el homo patiens en la Experiencia de la Cruz.
Conocer y descubrir al hombre es trabajo profundo y muchas veces se intenta dar un significado extremo de pensamiento y forma de vida al mejor estilo determinista cayendo así en un biologismo, en un psicologismo, en un sociologismo o en un espiritualismo integrando a manera de un gran concierto sinfónico los distintos “ismos” hasta en un estilo fatalista y/o fanático.
Esto desvirtúa el “es” del hombre, su esencia, en una palabra su ser persona, se acentúa lo que tiene y se convierte el ser en lo que tiene. Reducir al hombre a cualquiera de estas dimensiones sería bloquear su trascendencia, su verdadera intencionalidad hacia la vida a través del sentido y el amor. Al encuentro con los demás hombres y con Dios quien lo ha creado por amor como don gratuito en comunión con sus padres de manera única e irrepetible para descubrir su sentido en la vida. Al hombre no se lo puede definir como solo un ser psicosomático sino que posee una dimensión espiritual.
El concepto de temperamento está más cerca de la esfera biológica, es el conjunto de las particularidades fisiológicas y morfológicas que tiene incidencia sobre el carácter, vinculado a la actitud volitiva. La personalidad consiste en aquello que un hombre realmente es, alude tanto a lo peculiar cuanto que a lo profundo del ser. Sería la organización dinámica en el individuo del conjunto psicofísico que condiciona ajustes particulares con su entorno y consigo mismo, orientado a los valores.
¿Quién va guiando a éste hombre? ¿el instinto o la persona? Muchas veces en situaciones límite el hombre se siente atraído por su temperamento, por su carácter o por sus síntomas, donde él se siente encerrado en sí mismo, sin salida y siente que ha perdido toda posibilidad.
Generándole una situación de vacío existencial profundo. Pero el hombre quiere existir, quiere vivir y dar una respuesta ante la vida, no puede dejar de responder; este sería su drama pero también la posibilidad para descubrir un nuevo sentido a su vida, descubrir el sentido profundo del sufrimiento, que a pesar de los condicionamientos siempre quiere existir, entonces ya el hombre no está cerrado en sí mismo determinado por el sello de sus instintos, simplemente lo condicionan ya que apelamos a la persona espiritual creada por Dios, y descubrimos su Libertad.
Si no vemos la característica de libertad del hombre dado por esta condición de persona, existe el peligro de que corrompamos al hombre, de que seamos cómplices de su nihilismo, profundizando de este modo su neurosis, en una palabra, haríamos una caricatura de él. Esta caricatura Viktor Frankl la llama homúnculos modernos, allí donde presentamos al hombre como un autómata de reflejos o un conjunto de impulsos, como una marioneta de reacciones y de instintos, como un producto de impulsos, herencia y medio ambiente. Por todo esto el hombre se siente llamado a existir, a salir de sí mismo y ponerse frente a sí, de manera que el hombre pase del nivel de lo corpóreo-psíquico y llegue a sí mismo pasando por el ámbito de lo espiritual.
La persona pugna por salir, es la fuerza de obstinación del espíritu, es el segundo credo psiquiátrico de Frankl. Esto es facultativo en el hombre, es una realidad que siempre es posible pero no siempre es necesario y el primer credo psiquiátrico es que detrás de los síntomas hay una persona. “El hombre siempre puede obstinarse, pero no siempre debe”. Otras veces no debe oponerse a sus instintos, herencia o medio ambiente, ya que le son útiles para trascender como persona en el amor.
La Voluntad de sentido es la intencionalidad del hombre hacia los objetos intencionales sentido y valores que siempre la persona –a la luz de la Conciencia– quiere realizar aún a pesar de sus condicionamientos; ésta voluntad de sentido es el motor primario, la motivación primera, que luego se trasluce en la dimensión psíquica y somática, para realizar valores de creación a través del trabajo y de lo artístico, de los valores vivenciales a través del amor a una persona, filia o consagrados a Dios por el amor a Jesucristo y la Iglesia; o en valor de actitud, la posición ante el sufrimiento como crecimiento en la maduración espiritual como persona. Todo esto resuena en lo más profundo del corazón del hombre y la conciencia. Juan Pablo II define como este ojo luminoso del alma que nos hace descubrir el sentido de nuestra vida.
El reduccionismo limita al hombre lo bloquea, pero la persona siempre quiere salir, trascender a pesar de sus condicionamientos quiere desarrollar lo que es su capacidad de asombro, frente al mundo que lo rodea; en contemplar lo bello que tiene la vida para ser vivida a pesar de las limitaciones porque finitud y existencia se unen cuando el hombre en el amor trasciende unido a la gracia de Dios, como apertura a su Voluntad.
En una palabra, poder descubrir su espiritualidad, su libertad, y su responsabilidad frente a su propia existencia. No se podría entender una espiritualidad si no está unida a la libertad, una libertad que supone la capacidad de fracaso y la capacidad de aprender del fracaso y el del propio sufrimiento.
Solo fracasa un ser limitado y limitados somos todos los seres humanos. Pero nuestra limitación nos dejara margen para vivir esa libertad profunda que se levanta en medio de la fragilidad humana, de crecer y madurar espiritualmente, encontrando un sentido al sufrimiento y poder seguir escuchando la voz de la Conciencia que guía la actitud que voy a tomar en mi vida, la actitud ante mi propio sufrimiento.
Esta condición de ser persona significa libertad para llegar a ser personalidad. El hombre comienza a ser hombre en el punto donde puede enfrentarse a la realidad psicofísica. Frankl en el Hombre doliente dice:” El hombre “tiene” dolor, pero no “es” dolor, uno “tiene” dolor, en cambio, uno “es” doliente.” Esto se puede realizar desde la libertad interior de la actitud que voy a tomar ante el sufrimiento, que implica una postura frente al propio padecimiento, equivalente a estar por encima
de él. Encontrar un sentido al sufrimiento es resolver la siguiente ecuación D=S S,
- Desesperación es igual a sufrimiento sin sentido
- trasformando la tragedia personal en un triunfo: S+S
- Sufrimiento con sentido
- para que desaparezca la desesperación.Puede encontrarse cuatro actitudes posibles ante el sufrimiento:
- Mera pasividad o sumisión ciega del síntoma
- Actividad desacertada en la que los esfuerzos del paciente son inútiles; las siguientes aluden a cuando la persona comienza a descubrir una actitud con significado:
- Actitud razonable: actitud justa ante el síntoma ineludible, consistente en objetivarlo y distanciarse de él y
- Pasividad en aprender a ignorar el síntoma ya que se trasciende y no es el centro de la vida de la persona.
Comenzar a descubrir el valor de actitud ante el sufrimiento se va adquiriendo en relación con la vida, siendo un acto de configuración y se desarrolla la capacidad de adoptar una actitud correcta frente al destino mediante el adecuado sufrimiento, es trascenderlo en relación a un tú y fundamentalmente al tú con mayúsculas que es el sentido último del hombre. Descubrir el sentido del sufrimiento constituye la misión más alta y verdadera del hombre, tal como es confrontarse con lo que el destino le impone.
El homo patiens es descubrir la esencia del hombre como ser doliente, de sufrir con sentido, asumiendo el sufrimiento mismo como un acto pleno; es la superación del homo sapiens que convierte la ética del éxito en la ética de la plenitud, porque es capaz el homo patiens de encontrar sentido en el fracaso y en el sufrimiento, descubriendo la plenitud de sentido, saliendo de la desesperación y transformándola en crecimiento.
En la ética de la plenitud se descubre al homo humanus, al homo patiens y al homo religiosus. En una palabra a ese hombre incondicionado, que es la persona indivisa, insumable, nueva, espiritual, existencial, trascendente, creado a imagen y semejanza, comprensible sólo desde la trascendencia en una relación personal con Dios a la luz de la Conciencia.
El sentido del sufrimiento se eleva hasta su máxima expresión en el acto de la oblación que es esa ofrenda que se hace a Dios, es precisamente la entrega a darlo todo, a renunciar y sacrificar, es la disposición al sacrificio.
De esta manera el hombre cristiano se une al amor Redentor de Jesucristo y se siente amado y redimido en un acto concreto de oblación de su propia existencia entregada por amor en el Corazón misericordioso y amoroso de Jesús.
Juan Pablo II en “Salvici Doloris” (El sentido cristiano del sufrimiento humano) Nº 13 dice… El amor es también la fuente más rica sobre el sentido del sufrimiento que es siempre un misterio.
Cristo nos hace entrar en el misterio y nos hace descubrir el “porqué” del sufrimiento en cuanto somos capaces de comprender la sublimidad del amor divino.
Para hallar el sentido profundo del sufrimiento, siguiendo la Palabra revelada de Dios, hay que abrirse ampliamente al sujeto humano en sus múltiples potencialidades, sobre todo hay que acoger la luz de la Revelación, no sólo cuanto expresa el orden trascendente de la justicia, sino en cuanto ilumina este orden el Amor como fuente definitiva de todo lo que existe. El amor es la fuente más plena de la respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento. Esta pregunta ha sido dada por Dios al hombre en la cruz de Jesucristo.
Para Frankl el amor es comprender a una persona en su esencia, tal como es, es su singularidad y peculiaridad, en su valor, en su potencialidad, en su deber ser. Y desde allí dar esa respuesta personal al sentido del sufrimiento descubriendo el homo patiens, saliendo de la desesperación del sin sentido a la plenitud dada por el acto mismo de la oblación.
Uniéndose como dice el Nº23 de (SD Salvifici Doloris) … Quienes participan en los sufrimientos de Cristo tienen ante los ojos el misterio pascual de la cruz y de la resurrección, en la que Cristo desciende, en una primera fase, hasta el extremo de la debilidad y de la impotencia humana; en efecto, El muere clavado en la cruz. Pero sí al mismo tiempo en esta debilidad, se cumple su elevación, confirmada con la fuerza de la resurrección, esto significa que las debilidades de todos los sufrimientos humanos ser penetrados por la misma fuerza de Dios, que se ha manifestado en la cruz de Cristo. En esta concepción sufrir significa hacerse particularmente receptivos, particularmente abiertos a la acción de las fuerzas salvíficas de Dios, ofrecidas a la humanidad en Cristo…
En el acto de la oblación donde se manifiesta la máxima expresión de la ética de la plenitud al hombre se le pide la disposición a darlo todo, a entregar, renunciar y sacrificar es decir la disposición incondicional al sacrificio. Frankl cita en el hombre doliente, un poema de Dehmel que expresa este saber:
Hay una fuente que se llama dolor.
De ella mana la dicha pura.
Pero el que mira en sus aguas
Siente pavor.
Ve en el hondo pozo su imagen clara enmarcada en la noche.
¡Bebe! La imagen se desvanece.
Brota la luz.
Esta luz es Cristo mismo que nos la da la Resurrección y la Vida, que recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham; y las perfecciona ordenándolas no solo a la posesión de una tierra, sino también al Reino de los cielos y nos dice:
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que buscan la paz porque ellos serán llamados hijos de Dios
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos.
P. Fernando Sotelo