15 diciembre, 2019

Carta del Párroco:
La prestigiosa revista norteamericana Time ha preguntado a sus lectores quién ha sido, a su juicio, «el hombre más importante del milenio que acaba». Las respuestas han colocado en primer lugar a Francisco de Asís. Entre tantos hombres ilustres, científicos, descubridores, literatos, artistas o militares, se ha escogido al pequeño y humilde Francisco, nacido el siglo XII.

No es fácil saber por qué el Santo de Asís sigue fascinando e inquietando a las gentes. Chesterton decía que «cada generación es salvada por el santo que más la contradice». Si es así, probablemente Francisco de Asís es el santo que mejor puede salvar e iluminar nuestros tiempos, pues es quien más frontalmente contradice el espíritu de la vida moderna, configurado por la rivalidad y el consumo, la despersonalización, la falta de originalidad y de alegría interior.

Tal vez hemos de decir que Francisco recuerda las aspiraciones más hondas del ser humano traicionadas hoy por una vida desquiciada. Quien más quien menos intuye en Francisco el ideal humano que toda persona lleva dentro de sí, esa armonía consigo mismo, con los otros, con la naturaleza y con Dios, que tan lejos queda de la conciencia desgarrada del hombre moderno.

Atrae la libertad de Francisco, vivida como la forma más bella de existir. Esa capacidad de desprenderse de las cosas. «Cada cosa que eliminaba de su vida le abría a un nuevo horizonte» (J.A. Merino). Esa personalidad original e independiente de quien no quiere ser prisionero de nada ni de nadie. No quiere convento porque cuatro muros serán su prisión; no quiere dignidades porque toda dignidad es servidumbre. Su meta consiste en vivir el evangelio como forma de vida sencilla, fraterna y gozosa.

Dios lo es todo para Francisco: presencia amorosa, fuerza, regalo, liberación, misterio, gozo. Su Dios no es una definición escolástica, sino una experiencia luminosa y fascinante. El Dios creador y salvador, que crea la vida, que redime, que ilumina y salva.

Como dice Toynbee, si queremos construir y mantener un mundo habitable, tendremos que dejar de imitar a Pietro Bernardone, padre de Francisco e importante hombre de negocios del siglo XIII, y seguir más de cerca a su hijo San Francisco, «el hombre más grande entre los hombres que han existido en todo Occidente».

En su tiempo, Jesús empleó una expresión semejante para habar de Juan el Bautista “el más grande de los nacidos de mujer”, no por su riqueza o su poder, sino por su libertad para preparar los caminos de salvación de Dios.

Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya
Párroco