EL CRISTIANO NO VIVE SU FE COMO UNA OPINIÓN
Carta del Párroco:
No es fácil saber qué está pasando en la conciencia religiosa de los individuos. Aunque convivimos en la misma sociedad y nos encontramos diariamente en el hogar, el trabajo o en las relaciones sociales, lo cierto es que pocas veces sabemos de verdad algo de lo que piensa el otro acerca de Dios, de la fe o del sentido último de la vida. Cada uno vive en su interior interrogantes, dudas o búsquedas que no conocemos.
Sin embargo, es difícil sustraerse a una impresión. Sin verlo, sin poder precisarlo con claridad, parece que va penetrando entre nosotros una nueva forma de pensar, de actuar y de vivir que ya no está marcada por la fe cristiana.
Se diría que, poco a poco, nos vamos familiarizando a una cultura donde cada vez se prescinde más de Dios. Parece que los mismos cristianos nos vamos acostumbrando a esta nueva situación de indiferencia. ¿Cómo vivir con lucidez y responsabilidad cristiana en estos tiempos?
Los expertos dicen que uno de los cambios más profundos que se está produciendo en nuestros días es el paso de una «sociedad de creencias» a una «sociedad de opiniones». Hace algunos años, los individuos actuaban movidos por una fe que les servía de criterio, sentido y norma de vida; la fe marcaba profundamente sus vidas.
Hoy se tiende más bien a vivir de opiniones: cada uno tiene su propia «opinión religiosa», pero no siente necesidad alguna de vivirla, alimentarla, y hacer de ella principio inspirador de su comportamiento.
El cristiano no vive su fe como una opinión: «tú opinas así, pero yo opino de otra manera». Creer en Jesucristo es mucho más que tener una opinión frente a otros que opinan de manera diferente. ¿En qué se convierte la fe si ya no es capaz de inspirar el sentido global de la vida ni de motivar y movilizar a la persona?
Creer en Jesucristo no es tener una opinión sobre él, sino seguirle. Y seguirle de manera incondicional anteponiendo su persona a todo y aprendiendo a vivir como vivió él. De lo contrario, «nadie puede ser discípulo suyo». Será otra cosa.
Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya
Párroco