23 diciembre, 2019

Carta del Párroco:

Hay una pregunta que todos los años me ronda desde que comienzo a observar por las calles los preparativos que anuncian la proximidad de la Navidad: ¿Qué puede haber todavía de verdad en el fondo de estas fiestas tan estropeadas por intereses consumistas y por nuestra propia mediocridad?

No soy el único. A muchas personas oigo hablar estos días de la superficialidad navideña, de la pérdida de su carácter familiar y hogareño, de la vergonzosa manipulación de los símbolos religiosos y de tantos excesos y despropósitos que deterioran hoy la Navidad.

Pero, a mi juicio, el problema es más hondo. ¿Cómo puede celebrar el misterio de un Dios hecho hombre una sociedad que vive prácticamente de espaldas a Dios y que destruye de tantas maneras la dignidad del hombre?

¿Cómo puede celebrar «el nacimiento de Dios» una sociedad en la que el célebre profesor francés G. Lipovetsky, al describir la actual indiferencia, ha podido decir estas palabras: «Dios ha muerto, las grandes finalidades se extinguen, pero a todo el mundo le da igual, ésta es la feliz noticia».

Al parecer, son bastantes las personas a las que les da exactamente igual creer o no creer, oír que «Dios ha muerto» o que «Dios ha nacido». Su vida sigue funcionando lo mismo. No parecen necesitar ya de Dios.

Y, sin embargo, la historia contemporánea nos está obligando ya a hacernos algunas graves preguntas. Hace algún tiempo se hablaba de «la muerte de Dios»; hoy se habla de «la muerte del hombre». Hace algunos años se proclamaba «la desaparición de Dios»; hoy se anuncia «la desaparición del hombre». ¿No será que la muerte de Dios arrastra consigo de manera inevitable la muerte del hombre?

Expulsado Dios de nuestras vidas, encerrados en un mundo creado por nosotros mismos y que no refleja sino nuestras propias contradicciones y miserias, ¿quién nos puede decir quiénes somos y qué es lo que realmente queremos?

¿No necesitamos que Dios nazca de nuevo entre nosotros? ¿Qué brote con luz nueva en nuestras conciencias? ¿Que se abra camino en medio de nuestros conflictos y contradicciones?

Para encontrarse con ese Dios no hay que ir muy lejos. Basta acercarse silenciosamente a uno mismo. Basta ahondar en nuestros interrogantes y anhelos más profundos.

Este es el mensaje de la Navidad: Dios está cerca de ti, ahí donde tú estás, con tal de que te abras al Misterio. El Dios inaccesible se ha hecho humano y su cercanía misteriosa nos envuelve. En cada uno de nosotros puede nacer Dios. En cada uno puede suceder una verdadera Navidad.

Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya
Párroco