23 julio, 2023

Uno de los fenómenos más característicos de nuestra época es, sin duda, la contestación y la protesta, consecuencia del malestar que se experimenta en una sociedad conflictiva. Sin duda, la contestación es algo necesario para purificar nuestra sociedad. Y la fe cristiana puede y debe ser fuente dinámica de comportamiento contestatario. Pero no por esto es positivo contestar cualquier cosa y de cualquier manera. No toda protesta y toda condena es igualmente constructiva en la búsqueda titubeante de una nueva sociedad. También la contestación necesita ser criticada y purificada.

Hay una protesta amargada que nace de la frustración y la agresividad, y que difícilmente puede aportar nada válido al nacimiento de un hombre nuevo. Hay una protesta que surge de la intolerancia, el fanatismo y la intransigencia, y que fácilmente puede acentuar las divisiones, las discordias y los partidismos, haciendo más difícil el esfuerzo común necesario para una transformación social.

Pero hay algo que el fenómeno de la contestación y la protesta ha hecho crecer entre nosotros de manera particular estos años. De manera fácil e irresponsable tendemos a «clasificar» a las personas con arreglo a categorías preconcebidas. Y vamos colgando etiquetas de progresistas o conservadores, vanguardistas o integristas, izquierdas o derechas, dividiendo de nuevo el mundo en «buenos y malos» y condenando a quien no coincide con nuestra particular visión de las cosas.

De esta manera, vamos empobreciendo nuestra capacidad de diálogo y colaboración, adoptando posturas previas que nos encierran en nuestra propia posición y nos colocan falsamente por encima de los demás. Cuántas veces una condena fácil e indiscriminada de los demás, no es sino una manera infantil de querer ocultar la propia mediocridad y la incapacidad de actuar de manera más constructiva y comprometida.

No se trata de acallar nuestra conciencia crítica, sino de saber asumir nuestra propia responsabilidad con lucidez, sin ver siempre en los demás «cizaña» que hay que arrancar y en nosotros «trigo limpio» que hay que respetar.

No es suficiente recriminar a otros, lamentarse de las estructuras existentes o descargar nuestra responsabilidad, considerando siempre las injusticias consecuencia del pecado de los demás. También en cada uno de nosotros hay «cizaña» que debe desaparecer.

Fraternalmente

Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya

Párroco


Avisos

+ Todo el mes de Agosto nos servira, para evaluar, buscar soluciones y formar a nuestros coordinadores de la pequeña comunidad. 

+ Se hace la coordial invitación a adolescentes y jovenes de 13 a 18 años a la reunión todos los sábados a las 5:00 pm en el Salon Parroquial y los martes a las 8:00 pm la oración y convivencia en el templo Parroquial.

+ También empezaremos la invitación a la Escuela Bíblica y los Talleres de oración y vida.