30 abril, 2023

No es raro encontrarse hoy con personas que valoran sinceramente la religión y están convencidas de que la fe en Dios no es una ilusión. Sin embargo, su fe está como bloqueada. Hace tiempo que no rezan ni toman parte en una celebración religiosa. Sin embargo, su problema es más profundo: no aciertan a comunicarse con Dios.

Esta comunicación con Dios no se improvisa. No es algo que brota sin más desde la superficie de la persona. Requiere una actitud interior de apertura y un cierto aprendizaje.

Lo primero es situarse ante Alguien. Dios no es una fuerza temible, la energía que dirige el cosmos o algo semejante. Antes que nada es Amigo y Padre. Lo importante ante Dios es captar su presencia amistosa. Todo lo demás viene después. Sentir a Dios como Amigo lo cambia todo.

En segundo lugar, hay que arriesgarse a confiar. La vida no es siempre fácil. Tarde o temprano, todos conocemos la experiencia del vacío, la impotencia o el sinsentido. Los días se nos van deslizando de modo irrecuperable, sin que podamos encontrar descanso y paz. Quien se abre al Dios revelado en Jesucristo aprende a escuchar en el fondo de su ser estas palabras decisivas: «No tengas miedo

Es importante, además, captar a Dios como el Creador de vida. En lo más hondo de cada uno de nosotros habita su Espíritu que es «Señor y dador de vida». Este abrirse a Dios no consiste en vivir de forma ingenua, infantil o irresponsable. Al contrario, es reforzar nuestra verdadera identidad, crecer como personas, aprender a vivir la vida intensamente, con hondura, desde su raíz.

El creyente trata, también, de escuchar la voluntad de Dios, es decir, «lo bueno, lo agradable, lo perfecto», lo que puede estar en sintonía con Aquel que sólo quiere el bien y la felicidad de todo ser humano. No es fácil. Hay que aprender a ahondar en el propio deseo. Descubrir nuestro deseo más profundo, no los deseos que lo enmascaran y desfiguran, sino «eso» que realmente anda buscando nuestro corazón desde lo más hondo. Ese deseo interior necesita siempre ser purificado, pero no está lejos de la «voluntad de Dios».

Para el evangelista san Juan, es decisivo en la fe cristiana «atender a la voz» de Cristo. Sólo las ovejas que reconocen la voz del Pastor y se sienten llamadas por él, son capaces de seguirle fielmente.

Fraternalmente

Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya

Párroco