12 marzo, 2023

Son bastantes los que piensan que Dios es una especie de fantasma en el que gentes todavía poco modernas se empeñan en seguir creyendo, pero del que la humanidad irá prescindiendo cada vez más, como algo superfluo e inútil. Ya somos lo suficientemente adultos como para tomar la existencia en nuestras manos sin necesidad de acudir a ningún dios.

Ciertamente, es cautivador considerar al hombre como dios y creador de sí mismo, pero esto no significa en manera alguna que lo haga más humano. Hay una pregunta que no podemos eludir. ¿Es Dios freno y obstáculo para el crecimiento del hombre o, por el contrario, el único que puede orientar e impulsar su historia de manera verdaderamente humana?

No tenemos todavía una experiencia suficientemente larga y contrastada para poder verificar qué es lo que puede suceder en una sociedad en la que realmente la fe en Dios haya quedado totalmente sofocada.

Son bastantes, sin embargo, los que comienzan a preguntarse si no estamos ya comprobando de alguna manera que los hombres no nos bastamos a nosotros mismos. ¿No está llegando el momento de ser realistas y aceptar los límites de nuestra ciencia, nuestro poder y nuestra técnica?

Ciertamente los hombres podemos, individual y colectivamente, prescindir de Dios una y otra vez, pero no por ello se hace más clara nuestra existencia. Una vez que hemos expulsado a Dios de nuestra vida y nos hemos encerrado en este mundo creado por nosotros y que no refleja sino nuestras propias contradicciones, ¿quién nos puede decir quiénes somos y qué buscamos?

Expulsado Dios de nuestras vidas, podemos seguir defendiendo todavía por inercia un conjunto de valores, pero ¿no queda ya todo reducido a opiniones discutibles cuyo conflicto sólo podrá ser resuelto por la fuerza, la imposición de la mayoría o el juego de los diversos intereses? En realidad, ¿quién podrá legitimar un marco de valores inviolable para garantizar la dignidad de cada ser humano? Expulsado Dios, ¿no nos iremos quedando todos y cada uno de nosotros cada vez más indefensos éticamente?

Las palabras de Jesús encierran un extraña invitación para el hombre contemporáneo: «Si conocieras el don de Dios…» El hombre de hoy no acierta a descubrir a Dios como don y como amigo. Tal vez, necesite experimentar todavía con más fuerza los desengaños y frustraciones que se generan en la historia cuando los hombres esperamos de nosotros mismos lo que sólo podemos recibir de Dios.

Fraternalmente

Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya

Párroco