5 marzo, 2023

Para ser cristiano, lo importante no es qué cosas cree una persona sino qué relación vive con Jesús. Las creencias, por lo general, no cambian nuestra vida. Uno puede creer que existe Dios, que Jesús ha resucitado y muchas cosas más, pero no ser un buen cristiano. Es la adhesión a Jesús y el contacto con él lo que nos puede transformar.

En las fuentes cristianas se puede leer una escena que, tradicionalmente, se ha venido en llamar la «transfiguración» de Jesús. Ya no es posible hoy reconstruir la experiencia histórica que dio origen al relato. Sólo sabemos que era un texto muy querido entre los primeros cristianos pues, entre otras cosas, les animaba a creer sólo en Jesús.

La escena se sitúa poéticamente en una «montaña alta». Jesús  está acompañado de dos personajes legendarios en la historia judía: Moisés, representante de la Ley, y Elías, el profeta más querido en Galilea. Sólo Jesús aparece con el rostro transfigurado. Desde el interior de una nube se escucha una voz: «Éste es mi hijo querido. Escuchadle a él».

Lo importante no es creer en Moisés ni en Elías, sino escuchar a Jesús y oír su voz, la del Hijo amado. Lo decisivo no es creer en la tradición ni en las instituciones sino centrar nuestra vida en Jesús. Vivir una relación consciente y cada vez más vital y honda con Jesucristo. Sólo entonces se puede escuchar su voz en medio de la vida, en la tradición cristiana y en la misma Iglesia.

Sólo esta comunión creciente con Jesús va transformando nuestra identidad y nuestros criterios, va cambiando nuestra manera de ver la vida, nos va liberando de las imposiciones de la cultura, va haciendo crecer nuestra responsabilidad.

Desde Jesús podemos vivir de manera diferente. Ya las personas no son simplemente atractivas o desagradables, interesantes o sin interés. Los problemas no son asunto de cada cual. El mundo no es un campo de batalla donde cada uno se defiende como puede. Nos empieza a doler el sufrimiento de los más indefensos. Podemos vivir cada día haciendo un mundo un poco más humano. Nos podemos parecer a Jesús.

Fraternalmente

Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya

Párroco.