25 septiembre, 2022

Está creciendo entre nosotros la conciencia de que el mundo se parece cada vez más a una «aldea global». Somos más conscientes de que todos compartimos un solo planeta. Formamos parte de una misma humanidad. Sin embargo, no somos idénticos. Sobre la tierra hay una rica variedad de culturas que expresan formas diferentes de ser, de vivir y de organizarse. Los pueblos tienen su propia lengua, religión, tradición y costumbres. Poseen su arte, su literatura y su música. Viven de maneras diferentes la fiesta, el matrimonio o la muerte. Esta es la gran riqueza de la humanidad.

Pero esta variedad que debería ser fuente de mutuo enriquecimiento, origina con frecuencia discriminación y crueles desigualdades. Los países económicamente poderosos imponen su ley buscando sólo sus propios intereses. No todos los pueblos pueden desarrollar su propia identidad. Hay incluso algunos, hundidos en la miseria y el hambre, que están condenados a su desaparición. Es cierto que existe una Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero el disfrute real de los derechos no es universal. Ni siquiera el derecho a la vida está al alcance de todos los pueblos.

Sin embargo, cada pueblo tiene derecho a afirmar y desarrollar su propia identidad. Somos distintos, hablamos lenguas diferentes, nuestra mentalidad y tradiciones son diversas. Pero todos tenemos la misma igualdad. Todos somos seres humanos. Todos hermanos, hijos de un mismo Dios Creador y Padre.

Los que vivimos en los pueblos poderosos del Primer Mundo tendemos a considerar nuestra cultura occidental moderna como la verdadera cultura. Nos sentimos con derecho a juzgar, discriminar y excluir cultural, social y económicamente a los pueblos de cultura diferente. Nosotros somos «el centro del mundo». Miramos la tierra pensando sólo en nuestro propio desarrollo. Los demás tienen que girar en torno a nuestros intereses.

La lucha contra la pobreza y el hambre en la tierra sólo es posible desde una nueva conciencia de los derechos de los países pobres. Mientras nuestros pueblos sólo piensen en tener más y poder más, no habrá verdadera solidaridad.

La parábola del rico que «banqueteaba espléndidamente cada día» y del mendigo Lázaro a quien no se le daba ni lo que se tiraba de la mesa, es una grave advertencia. Los cristianos traicionamos nuestra fe en Dios Padre de todos los hombres cuando no luchamos porque se supere ese distanciamiento injusto e insolidario entre los pueblos.
Fraternalmente
Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya
Párroco


Avisos: 

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+ Se invita a los jóvenes de 13 a 18 a participar en grupo que se prepara para el Encuentro de Arco Iris a principio de Noviembre. Las reuniones son todos los Martes a las 8:00 pm, en el templo parroquial, no te pierdas de una experiencia de encuentro contigo mismo, de amistad con más jóvenes y con Jesus. ¡Te invitamos!