Carta del Párroco
¿Cómo se comunicaba Jesús con Dios?, ¿qué sentimientos despertaba en su corazón?, ¿cómo le experimentaba día a día? Una cuidadosa investigación lleva a una doble conclusión: Jesús le sentía a Dios como Padre, y lo vivía todo impulsado por su Espíritu.
Jesús se sentía «hijo querido» de Dios. Siempre que se comunica con él, lo llama Padre. No le sale otra palabra. Para él, Dios no es el «Santo» del que hablan todos, sino· el «Compasivo». No habita en el Templo acogiendo sólo a los de corazón limpio y manos inocentes·. Jesús lo ve llenando la creación entera, sin excluir a nadie de su amor compasivo. Cada mañana disfruta porque Dios hace salir su sol sobre buenos y malos.
Ese Padre tiene un gran proyecto en su corazón: hacer de la tierra una casa habitable. Jesús no duda. Dios no descansará hasta ver a sus hijos e hijas disfrutando juntos de una fiesta final. Nadie lo podrá impedir: ni la crueldad de la muerte ni la injusticia de los hombres. Como nadie puede impedir que llegue la primavera y lo llene todo de vida.
Jesús vive lleno de Dios, y movido por su Espíritu, sólo se dedica a una cosa: hacer un mundo más humano para todos. Todos han de conocer la Buena Noticia, sobre todo los que menos se lo esperan: los pecadores y los despreciados. Dios no da a nadie por perdido. A todos busca, a todos llama. No vive controlando a sus hijos, sino abriendo a cada uno caminos hacia una vida más humana. Quien· escucha hasta el fondo su propio corazón, le está escuchando a él.
Ese Espíritu le empuja a Jesús hacia los que más sufren. Es normal, pues ve grabados en el corazón de Dios los nombres de los más solos y desgraciados. Los que para nosotros no son nadie, ésos son precisamente los predilectos de Dios. Jesús sabía que a ese Dios no le entienden los grandes sino los pequeños. Su amor lo descubren quienes le buscan porque no tienen a nadie que enjugue sus lágrimas.
La mejor manera de creer en el Dios trinitario no es tratar de entender las explicaciones de los teólogos, sino seguir los pasos de Jesús que vivió como Hijo querido de un Dios Padre Y que, movido por su Espíritu, se dedicó a hacer un mundo más amable para todos. Es bueno recordarlo hoy que celebramos la fiesta de Dios.
Fraternalmente
Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya
Párroco