17 julio, 2022

Hay personas que consideran la vida interior como algo perfectamente inútil y superfluo. En realidad, ni siquiera saben de qué se trata. Son personas que organizan su vida sólo desde el exterior. Casi todo lo que hacen tienen como objetivo alimentar su personalidad más externa y superficial. Nunca ahondan en su interior.

Si les preguntan: “¿Quién eres tú?, les dirán su nombre y sus apellidos, dónde viven , en qué trabajan, cuántos años tienen. Si profundizan más y preguntan “¿cuál es tu carácter?”, bastantes no sabrán ya responder con cierta seguridad, pues no se conocen a sí mismos. Si preguntáis “¿quién eres tú en lo más hondo de ti mismo?, ¿qué buscas?”, la mayoría se quedarán probablemente calladas.

Muchos hombres y mujeres de hoy no saben lo que es estar en contacto con lo que el gran místico Ruysbroeck llamaba “el fondo” de la persona. No saben cuidar su vida interior.

Se esfuerzan por mejorar su nivel de vida, su apariencia física o su estado anímico. Cuidan el aspecto exterior, pero apenas parecen tener tiempo para pensar en el interior de su casa. Viven como “inquietos y nerviosos por muchas cosas” pero olvidan algo absolutamente necesario al ser humano: su apertura interior a Dios. El hombre contemporáneo ha olvidado con demasiada ligereza que el deseo de Dios vive siempre en lo más hondo de su ser y no puede ser satisfecho con cualquier sustitutivo.

Freud y sus seguidores nos han familiarizado con diversas neurosis, provocadas, con frecuencia, por la represión de los diversos instintos, pero no son las únicas.

El sueco W. Stinissen ha hablado de “una neurosis fundamental” del hombre contemporáneo, que tiene su origen en la “represión de Dios”. Según él, se trata de “una neurosis más profunda, que resulta de la pérdida de contacto, por parte del hombre, con el nivel trascendente de su ser, y que le precipita en un abismo de absurdo y soledad”.

Ninguna terapia sicológica puede curar esta “neurosis fundamental”, pues está causada por el hecho de encontrarnos fuera de nuestro ser auténtico. Podremos lograr que nuestra vida sea más agradable en un aspecto u otro, pero el problema más profundo no habrá sido resuelto. San Agustín lo expresó hace mucho tiempo en frase bien conocida: “Nos has hecho para ti y nuestro corazón no descansará hasta que descanse en ti”.

Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya
Párroco