Carta del Párroco:
Para captar la verdadera identidad de Jesús, lo más decisivo no es estudiar, sino vivir una experiencia diferente: subir con él a lo alto de una montaña. Levantar el espíritu, mirar la vida desde un horizonte más elevado y no dejarnos arrastrar siempre por la rutina y la inercia que tiran de nosotros hacia abajo. Es lo primero que nos dice el relato de la «transfiguración de Jesús».
La escena es atractiva. Mientras Jesús «ora», el aspecto de su rostro cambia. Los discípulos que están orando con él, comienzan a verlo de otra manera. Es Jesús, su maestro querido de siempre, pero en su rostro comienzan a contemplar el destello de algo nuevo.
Sin embargo, junto a él siguen viendo a dos personajes muy queridos por la tradición judía. Moisés, el hombre que ha guiado al pueblo hasta el país de la libertad y le ha dotado de leyes y normas para vivir en paz. Y Elías, el profeta de fuego, que ha luchado contra nuevos ídolos que han surgido en Israel.
Los discípulos no parecen entender gran cosa. Están como aturdidos por el sueño. Pedro propone hacer tres tiendas, una para cada uno. No ha captado la novedad de Jesús. Lo pone en el mismo plano que a Moisés y Elías.
La voz que sale de una nube lo aclara todo: Éste es mi Hijo, el escogido; escúchenlo a él. No escuchéis a Moisés o Elías, escuchad a Jesús. Sólo él es el Hijo. Escogedle a él porque es el escogido por Dios.
Los cristianos hemos de poner en el centro de nuestra fe a Jesús, no a Moisés. Dejarnos conducir por Jesús hacia el amor, no hacia la ley. Es un error confundir a Dios con un conjunto de obligaciones interiorizadas durante años en nuestra conciencia. Dios está más allá de esas leyes. Quien escucha a Jesús lo va encontrando como fuente de Amor.
Hemos de poner en el centro de nuestro corazón a Jesús, no a Elías. Nadie como él puede liberarnos de los ídolos que albergamos dentro de nosotros. Ídolos construidos por nuestros miedos, fantasmas y deseos de seguridad y bienestar. Es muy difícil quitarle a uno sus «dioses», pues se queda como vacío e indefenso. Quien escucha a Jesús se va llenando de la fuerza y de la vida que da Dios.
Fraternalmente
Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya
Párroco