30 enero, 2022

Probablemente muchos cristianos no han oído hablar de la «opción fundamental». Sin embargo, debería ser explicada de forma clara y sencilla, pues se trata de una categoría decisiva en la teología contemporánea para comprender la estructura moral de la persona y para valorar debidamente su actuación.

Como su mismo nombre lo indica, la opción fundamental es una decisión que brota del centro de la persona y que condiciona de manera fundamental todas las demás actuaciones del individuo. Es, por lo tanto, una opción de tal densidad que va a dar una orientación y un sentido a toda la vida de la persona.

Más en concreto, la opción fundamental es una decisión «a favor o en contra de Dios». La persona opta por orientar su existencia contando con Dios o prescindiendo de Él. Acepta a Dios como horizonte último de su comportamiento o se cierra a Él para organizarse su vida desde su propio yo. No es, por tanto, una decisión más entre otras, sino el «» o el «no» del individuo a su Creador, que va a condicionar el conjunto de todos los demás actos.

Esta opción no se hace, por lo general, diciendo de manera explícita en un momento determinado: «Yo voy a vivir de hoy en adelante prescindiendo de Dios» o afirmando, por el contrario: «Voy a acoger a Dios en mi vida.» Es una opción libre y consciente, pero, de ordinario, va tomando cuerpo en nosotros poco a poco, a medida que nos vamos abriendo a Dios o nos encerramos en nosotros mismos.

Esta orientación fundamental se va encarnando y manifestando luego en las actuaciones y reacciones de la persona a lo largo de los días, y es necesario tenerla en cuenta para juzgar la moralidad de cada acto sin caer en una falsa casuística. Los actos del individuo son importantes, pero no tanto considerados de manera aislada, sino como exponente de la postura básica de la persona ante Dios y ante la existencia. Las pequeñas decisiones que vamos tomando cada día lo que hacen es confirmar y reforzar nuestra opción por Dios o debilitarla e, incluso, modificarla y eliminarla.

El evangelio de Lucas presenta a Cristo corno «señal de contradicción» en medio del pueblo «a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones» (Le 2, 35). En él podemos escuchar la llamada de Dios a orientar nuestra vida acogiéndolo como único Señor, principio y fuente de todo bien, destino último del ser humano. Dios no cesa de llamarnos en Cristo. Podemos rechazar su invitación como los habitantes de Nazaret o podemos acogerla; podemos ahogarla o dejarla crecer en nuestro corazón. Pero nuestra vida entera se decide en esa opción fundamental, secreta tal vez a los ojos de los demás, pero conocida por Dios nuestro Creador y Padre.
Fraternalmente
Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya
Párroco