Carta del Párroco:
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Con este domingo comienzan los cristianos el Tiempo litúrgico Ordinario. Por ello, puede ser una buena ocasión para recordar la importancia y el sentido del domingo. De su celebración depende, en buena parte, el vivir de la comunidad cristiana y la vitalidad de los creyentes.
El domingo es, antes que nada, el día de la resurrección. Aunque a veces se olvida, los cristianos celebramos la Pascua cada ocho días. Esta Pascua semanal sostiene y alimenta nuestra esperanza. En medio de una sociedad a veces tan desesperanzada, los cristianos se reúnen para recordar y renovar su esperanza última en ese Dios que ha abierto una salida a nuestra vida en Cristo resucitado. Donde no se celebra esta esperanza, pronto no habrá esperanza.
El domingo es el día de la Iglesia. Día en el que la Iglesia vuelve a sus fuentes para regenerarse y cobrar nueva vitalidad. El domingo las comunidades cristianas recuerdan su origen, su identidad, su misión y su destino. Por eso, los cristianos se reúnen cada ocho días y, por encima de diferencias ideológicas y políticas, confiesan juntos la misma fe, recitan el mismo Credo, invocan al mismo Padre y se alimentan del mismo Pan. Quien habitualmente no se reúne, va quedando descolgado de la comunidad de fe.
El domingo es el día de la eucaristía, día en el que los creyentes elevan su corazón a Dios para darle gracias por la salvación que nos ha sido ofrecida en Cristo. Esta eucaristía es fuente y cima de toda la vida cristiana. Por eso, quien no participa de ella o sólo se preocupa de cumplir «el precepto de ir a misa» en el momento más cómodo de su programa de fin de semana, queda privado de la experiencia fundamental que podría reavivar su fe.
El domingo es el día de la Palabra de Dios. Día en el que los cristianos escuchan juntos la Palabra que ilumina su existencia. A lo largo de la semana, oímos toda clase de voces y palabras, nos invaden informaciones, noticias e imágenes de todo género. El domingo, por fin, escuchamos una Palabra diferente. Quien nunca se detiene para abrir sus oídos y su corazón al Evangelio, se queda sin «la Palabra que da vida».
El domingo es el día de la caridad fraterna. Desde el comienzo, los cristianos recordaron al Resucitado celebrando la eucaristía y repartiendo sus bienes a los pobres. El domingo no es sólo liturgia; es también solidaridad. Por eso, es el día del perdón y de la amistad, el día de damos la paz, de recordar a los necesitados y compartir con ellos nuestros bienes. Ese es el sentido de las colectas de Cáritas y de las Jornadas por las diversas necesidades. Quien sigue su camino sin recordar nunca a los necesitados no celebra el domingo.
El domingo es también el día del descanso. Fiesta que nos recuerda que no todo se reduce a trabajar.
Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya
Párroco