Carta del Párroco:
Hemos entrado ya en el tercer milenio y, en las sociedades avanzadas, se vive un momento cultural difuso que ha sido designado con el nombre de posmodernidad. No es fácil precisar los contornos de esta cultura posmoderna, aunque podemos apuntar entre sus rasgos más notables algunos que parecen dificultar la fe religiosa del hombre contemporáneo.
Es, sin duda, una cultura de la «intrascendencia», que ata a la persona al «aquí» y al «ahora» haciéndole vivir sólo para lo inmediato, sin necesidad de abrirse al misterio de la trascendencia. Dios va perdiendo interés y significado en la medida en que no es reconocido como horizonte último de la existencia.
Es una cultura del «divertimiento» que arranca a la persona de sí misma haciéndole vivir en el olvido de las grandes cuestiones que lleva en su corazón el ser humano. En contra de la máxima agustiniana, «No salgas de ti mismo; en tu interior habita la verdad», el ideal de no pocos parece ser vivir fuera de sí mismos. No es fácil así el encuentro con el «Dios escondido» que habita en cada uno de nosotros.
Es también una cultura en la que el «ser» es sustituido por el «tener». Son muchos los que terminan dividiendo su vida en dos tiempos: el dedicado a trabajar y el consagrado a consumir. El espíritu posesivo alimentado por la gran cantidad de objetos puestos a disposición de nuestros deseos es entonces el principal obstáculo para el encuentro con Dios.
No es extraño que la pregunta aflore entre los estudiosos del hecho religioso: ¿Se puede ser cristiano en la posmodernidad? (ver el excelente trabajo de J. Martín Velasco, Ser cristiano en una cultura posmoderna. Ciertamente, de poco sirve en este contexto cultural una religión donde se reza sin comunicarse con Dios, se comulga sin comulgar con nadie, se asiste a misa sin celebrar nada vital. Una religión donde hay de todo, pero dónde queda fuera precisamente Dios.
El evangelista Lucas recuerda en su evangelio el grito del profeta Isaías: «Preparad el camino del Señor.» Entre nosotros este grito tiene hoy una traducción: «Id al corazón mismo de la fe, buscad lo esencial, acoged a Dios.» En una obra reciente, el prestigioso teólogo ortodoxo Olivier Clement afirma que, en definitiva, «la fe consiste en saberse amado y responder al amor con amor». Sin duda, es lo esencial para abrir en nuestras vidas el camino a Dios.
Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya
Párroco
El tiempo de Adviento, es un tiempo de esperanza y de caridad, pero hay que prolongarlo toda la vida. En nuestra parroquia tenemos un pequeño grupo de Pastoral Social, las necesidades de la gente es mucha y no logramos llegar más a aun pequeño grupo de los mas pobres. Se que hay gente que quisiera hacer “algo” por ayudar a nuestra gente más vulnerable, por tal razón estoy invitando a fortalecer con mayor número de personas que den algo de su tiempo para organizar una pastoral social organizada efectiva y eficaz. Al mismo tiempo los invito a la generosidad de compartir lo poco o lo mucho que tengamos, para mitigar el sufrimiento y darles signos de esperanza. Estoy convocando a una reunión el próximo Viernes a las 6:30 pm en el Salón parroquial, Se requiere solo buena voluntad. María Jesus, el Gringo y un grupo de jóvenes estarán con ustedes y por su puesto dará la Bienvenida y las pautas a seguir. Haz de tu vida algo que valga la pena y te llene de gozo y de paz. P. Fernando Sotelo.