7 noviembre, 2021

Son muchos los que piensan que la compasión es una actitud absolutamente desfasada y anacrónica en una sociedad que ha de organizarse sus propios servicios para atender a las diversas necesidades.

Lo progresista no es vivir preocupado por los más necesitados y desfavorecidos de la sociedad, sino saber exigir con fuerza a la Administración que los atienda de manera eficiente.

Sin embargo, sería un engaño no ver lo que sucede en realidad. Cada uno busca su propio bienestar luchando incluso despiadadamente contra posibles competidores. Cada uno busca la fórmula más hábil para pagar el mínimo de impuestos, sin detenerse incluso ante pequeños o no tan pequeños fraudes. Y luego, se pide a la Administración, a la que se aporta lo menos posible, que atienda eficazmente a quienes nosotros mismos, hemos hundido en la marginación y la pobreza.

Pero no es fácil recuperar “las entrañas” ante el sufrimiento ajeno cuando uno se ha instalado en su pequeño mundo de bienestar. Mientras sólo nos preocupe cómo incrementar la cuenta corriente o hacer más rentable nuestro dinero, será difícil que nos interesemos realmente por los que sufren.

Sin embargo, como necesitamos conservar la ilusión de que en nosotros hay todavía un corazón humano y compasivo, nos dedicamos a dar “lo que nos sobra”.

Tranquilizamos nuestra conciencia llamando a “Traperos de Emaús” para desprendernos de objetos inútiles, muebles inservibles o electrodomésticos gastados. Entregamos en Caridad ropas y vestidos que ya no están de moda. Hacemos incluso pequeños donativos siempre que dejen a salvo nuestro presupuesto de la vida que llevamos.

Qué duras nos resultan en su tremenda verdad las palabras de Jesús alabando a aquella pobre viuda que acaba de entregar sus pocos dineros: “Los demás han dado lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.

Sabemos dar lo que nos sobra, pero no sabemos estar cerca de quienes, tal vez, necesitan nuestra compañía o defensa. Damos de vez en cuando nuestro dinero, pero no somos capaces de dar parte de nuestro tiempo o nuestro descanso. Damos cosas pero rehuimos nuestra ayuda personal.

Ofrecemos a nuestros ancianos residencias cada vez mejor equipadas, pero, tal vez, les negamos el calor y el cariño que nos piden. Reclamamos toda clase de mejoras sociales para los minusválidos, pero no nos agrada aceptarlos en nuestra convivencia normal.

En la vida misma de familia, ¿no es a veces más fácil dar cosas a los hijos que darles el cariño y la atención cercana que necesitan? ¿No resulta más cómodo subirles la paga que aumentar el tiempo dedicado a ellos?

Las palabras de Jesús nos obligan a preguntarnos si vivimos sólo dando lo que nos sobra o sabemos dar también algo de nuestra propia vida.

Fraternalmente
Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya
Párroco


Aviso:

  • El próximo 21 de Noviembre tenemos nuestra rifa, y te invitamos a ir entregando tu cartera que hayas recogido para vender. Gracias
  • El lunes pasado iniciamos nuestra Asamblea de Oración Parroquial, te invitamos a participar el día de mañana de 8:00 pm – 9:00 pm, dirigida por Alfonso Sánchez y Gelly