25 mayo, 2025
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Son muchos ¡os conflictos que sacuden hoy nuestra sociedad. Además de ¡as tensiones y enfrentamientos que se producen entre las personas y en el seno de las familias, graves conflictos de orden social, político y económico impiden entre nosotros la convivencia pacífica.

Para resolver los conflictos, los hombres han de hacer siempre individual y colectivamente una opción: o escogemos la vía del diálogo y del mutuo entendimiento, o seguimos los caminos de la violencia y del enfrentamiento destructor. Por eso, muchas veces, lo más grave no es la existencia misma de los conflictos, sino que una sociedad termine creyendo que los conflictos sólo se pueden resolver por medio de la violencia o la imposición de la fuerza.

Frente a esta «cultura de la violencia» que tanto se ha cultivado entre nosotros, necesitamos promover hoy una «cultura de la paz». La fe en la violencia ha de ser sustituida por la fe en la eficacia de los caminos no violentos.

Hemos de aprender a resolver nuestros problemas por vías dignas del ser humano. No estamos hechos para vivir permanentemente en el enfrentamiento violento. Antes que cualquier otra cosa, somos hombres y estamos llamados a entendernos buscando honestamente soluciones justas para todos.

Esta «cultura de la paz» exige buscar la eliminación de las injusticias sin introducir otras nuevas y sin alimentar y ahondar más las divisiones. Sólo los que se resisten a los medios injustos y combaten todo atentado contra la persona pueden ser constructores de paz.

Una «cultura de paz» exige además crear un clima de diálogo social promoviendo actitudes de respeto y escucha mutuos. Una sociedad avanza hacia la paz renunciando a los dogmatismos, buscando el acercamiento de posturas y esclareciendo en el diálogo las razones enfrentadas.

La «cultura de paz» se enraíza siempre en la verdad. Deformarla o manipularla al servicio de intereses partidistas o de estrategias oscuras no conduce a la verdadera paz. La mentira y el engaño al pueblo engendran siempre violencia.

La «cultura de paz» sólo se asienta en una sociedad cuando las gentes están dispuestas al perdón sincero, rechazando sentimientos de venganza y revancha. El perdón libera de la violencia del pasado y genera nuevas energías para construir el futuro entre todos.

En medio de esta sociedad, los cristianos hemos de escuchar de manera nueva las palabras de Jesús, «la paz les dejo, mi paz les doy», y hemos de preguntarnos qué hemos hecho de esa paz que el mundo no puede dar pero necesita conocer.

Fraternalmente

Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya

Párroco