2 marzo, 2025
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El clima de violencia no es fruto de la casualidad ni resultado de fuerzas impersonales y anónimas. Detrás de la violencia hay personas concretas que mueven los hilos desde la clandestinidad. En cada momento histórico hay personas que deciden las estrategias a seguir. Si pasan los años y no avanzamos hacia la paz es en definitiva por nuestra torpeza, nuestra pasividad o nuestra falta de audacia para abordar los conflictos.

No me parece superfluo en este contexto recordar la advertencia evangélica: «No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. » Es así. En una sociedad dañada por una violencia ya vieja, necesitamos hombres y mujeres de conciencia lúcida y sana, que nos ayuden a avanzar con realismo hacia la paz. No bastan las estrategias. Es importante el talante y la actitud de las personas.

Quien tiene su corazón lleno de resentimiento, no puede sembrar paz a su alrededor; la persona que alimenta en su interior odio y ánimo de venganza, poco puede aportar para construir una sociedad más reconciliada. Sólo quien vive en paz consigo mismo y con los demás, puede abrir caminos de pacificación; sólo quien alimenta una actitud interior de respeto y tolerancia, puede favorecer un clima de diálogo y búsqueda de mutuo entendimiento.

Lo mismo sucede con la verdad. Quien busca ciegamente sus intereses, sin escuchar la verdad de su conciencia, no aportará luz ni objetividad a los conflictos; el que no busca la verdad en su propio corazón, fácilmente cae en visiones apasionadas. Por el contrario, el hombre de «corazón sincero» aporta y exige verdad en los enfrentamientos; pide que la verdad sea buscada y respetada por todos como camino ineludible hacia la paz.

Por otra parte, sólo hombres libres podrán liberar a nuestra sociedad de la violencia. Personas con libertad para autocriticarse y para criticar al propio grupo. Son ellas las que pueden abrir caminos nuevos, sin encerrarse en posiciones inexorables, defendidas de forma ciega y apasionada, que hacen imposible cualquier paso hacia la paz.

Necesitamos hombres y mujeres con libertad y coraje para sacar a este pueblo de una violencia estancada y absurda. Personas que, por encima de engañosos maximalismos, busquen el bien real y posible de este pueblo, y sean capaces de encontrar caminos de diálogo honesto, intentando ahora mismo niveles mínimos de acuerdo y entendimiento.

Con el corazón lleno de odio, mutuas condenas, intolerancia y dogmatismo, se pueden hacer muchas cosas. Todo menos aportar verdadera paz a nuestra convivencia.

Fraternalmente

Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya

Párroco