Carta del Párroco:
El espíritu es quien da vida.La carne no sirve de nada.
En pocas parcelas de la vida contemporánea se puede percibir hoy más engaño y falsificación que en el ámbito del sexo.
Constantemente se alardea en nuestra sociedad de “liberación sexual” pero, cuando uno observa a esas personas presuntamente “liberadas”, se encuentra con frecuencia con hombres y mujeres sin apenas libertad interior ni capacidad para superar un estadio muy superficial de relaciones interpersonales.
Se habla de la sexualidad como «forma profunda de expresión y comunicación” pero, cuando se vive el sexo en relaciones breves, epidérmicas y cambiantes, con diferentes “partenaires”, es muy poco lo que las personas pueden en realidad comunicarse.
Se proclama la revalorización del cuerpo y el descubrimiento de la dimensión erótica de la vida pero se cae luego en una «genitalización» de las relaciones personales donde el sexo queda reducido a puro instinto.
¿Son experiencias eróticas liberadoras esos “encuentros genitales vividos sin ternura, sin comunicación honda, sin verdadera responsabilidad por el otro, donde el sexo se convierte en instrumento de satisfacción personal desvinculado de todo lo que puede ser amor y afecto?
Se defiende “el amor libre” pero, ¿es realmente amor ese juego sexual donde no hay preocupación por el otro, solicitud y fidelidad? ¿Qué queda de amor verdadero en esos “ligues” y esas fugaces aventuras sexuales?
¿Estamos asistiendo a una revalorización del sexo o a su trivialización y banalización más lamentables? ¿Es realmente liberadora la actual permisividad sexual o se está convirtiendo el sexo en “el nuevo opio” del hombre contemporáneo?
No son fáciles de entender en este clima social las palabras de Jesús: “El espíritu es quien da la vida; la carne (sin espíritu) no sirve de nada”.
Sin embargo, quien ahonde en el contenido que encierran, no despreciará el cuerpo ni el sexo ni lo erótico, pero comprenderá que sólo son fuente de vida, de liberación verdadera y de crecimiento cuando están vivificados por el espíritu y el amor.
Las recetas para el amor y las técnicas del placer sirven de muy poco cuando las personas están vacías interiormente y no saben amar desde lo hondo de su ser.
Fraternalmente
Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya
Párroco