24 marzo, 2024

La «confianza» es una palabra humilde, sencilla, natural, pero es al mismo tiempo una de las mas esenciales para vivir. Sin confianza no hay amor, no hay fe, no hay vida. Sin confianza «caminamos solos, aislados en una especie de “túnel” construido con nuestros problemas, nuestras preocupaciones y nuestras inquietudes» (O. Clement).

A veces se olvida que Pascua es, antes que nada, la fiesta de la confianza. Ahora sabemos en manos de quién estamos. Nuestra vida, creada por Dios con amor infinito, no se pierde en la muerte. Todos estamos englobados en el misterio de la resurrección de Cristo. No hay nadie que no este incluido en ese destino último de vida plena.

En el fondo, todos nuestros miedos y angustias brotan de la angustia ante la muerte. Tenemos miedo al dolor, a la vejez, la desgracia, la incertidumbre, la soledad. Nos agarramos a todo lo que nos pueda dar algo de seguridad, consistencia o felicidad. Proyectamos sobre los otros nuestra angustia tratando de sobresalir y dominar, luchando por tener «algo» o ser «alguien».

La fiesta de Pascua nos invita a reemplazar la angustia de la muerte por la certeza de la resurrección. Si Cristo ha resucitado, la muerte no tiene la última palabra. Podemos vivir con confianza. Podemos esperar más allá de la muerte. Podemos avanzar sin caer en la tristeza de la vejez, sin hundimos en la soledad y el pesimismo, sin agarrarnos al consumismo, a la droga, al erotismo y a tantas formas de olvido y evasión.

Vivir desde esta confianza no es dejar de ser lúcido. Sentimos en nuestra propia carne la fragilidad, el sufrimiento y la enfermedad. La muerte parece amenazamos por todas partes. El hambre y el horror de la guerra destruyen a poblaciones enteras. Siguen la tortura, el exterminio y la crueldad. La confianza en la victoria final de la vida no nos vuelve insensibles. Al contrario, nos hace sufrir y compartir con más profundidad las desgracias y sufrimientos de la gente.

Llevamos dentro de nuestro corazón la alegría de la resurrección, pero, por eso precisamente, nos enfrentamos a tanta insensatez que arranca a las personas la dignidad, la alegría y la vida.

Fraternalmente

Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya