28 enero, 2024

Unos están recluidos definitivamente en un centro. Otros deambulan por nuestras calles. La inmensa mayoría vive con su familia. Están entre nosotros, pero apenas suscitan el interés de nadie. Son los enfermos mentales.

No resulta fácil penetrar en su mundo de dolor y soledad. Privados, en algún grado, de vida consciente y afectiva sana, apenas gozan de prestigio o ascendiente. Muchos de ellos son seres débiles y vulnerables, o viven atormentados por el miedo en una sociedad que los teme o se desentiende de ellos.

Desde tiempo inmemorial, un conjunto de prejuicios, miedos y recelos y ha ido levantando una especie de muro invisible entre ese mundo de oscuridad y dolor, y la vida de quienes nos consideramos «sanos». El enfermo psíquico crea inseguridad y su presencia parece siempre peligrosa. Lo más prudente es defender nuestra «normalidad», recluyéndolos distanciándolos de nuestro entorno.

Hoy, sin embargo, se habla mucho de la inserción social de los enfermos mentales y del apoyo terapéutico que puede significar su integración en la convivencia. Pero todo ello no deja de ser una bella teoría si no se produce un cambio de actitud ante el enfermo psíquico y no se ayuda de forma más eficaz a tantas familias que se sienten solas o con poco apoyo para hacer frente a los problemas que se les vienen encima con la enfermedad de uno de sus miembros.

Hay familias que saben cuidar a su ser querido con amor y paciencia, colaborando positivamente con los médicos. Pero hay también hogares donde el enfermo resulta una carga dificii de sobrellevar. Poco a poco, la convivencia se deteriora y toda la familia va quedando afectada negativamente favoreciendo, a su vez, el empeoramiento del enfermo.

Es una ironía, entonces, seguir defendiendo teóricamente la mejor calidad de vida para el enfermo psíquico, su integración social o el derecho a una atención adecuada a sus necesidades afectivas, familiares y sociales. Todo esto ha de ser así, pero, para ello, es necesaria una ayuda más real a las familias y una colaboración más estrecha entre los médicos que atienden al enfermo y personas que sepan estar junto a él desde una relación humana y amistosa.

¿Qué lugar ocupan estos enfermos en nuestras comunidades cristianas? ¿No son los grandes olvidados? El evangelio de Marcos subraya de manera especial la atención de Jesús a «los poseídos por espíritus malignos». Su cercanía a las personas más indefensas y desvalidas ante el mal, siempre será para nosotros una llamada interpeladora.

Fraternalmente

Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya

Párroco


AVISOS

A partir de mañana seguimos con las catequesis para la “Visita Pastoral del Sr. Arzobispo Don Ruy”, que será los días 29 de Febrero, 1,2 y 3 de Marzo.

También culminamos la novena de San Juan Bosco el próximo Miércoles 31 de Enero con Eucaristía a las 6:00 p.m y una convivencia en el atrio de la parroquia o en Salón Parroquial, según como esté el clima.