7 enero, 2024

¿Qué es la verdad? Esta es la pregunta más importante que puede brotar en el corazón del ser humano.

Y sería una equivocación intentar responder precipitadamente a ella, pues si surge en nosotros es sencillamente porque no conocemos con exactitud la respuesta.

Probablemente, lo primero que hemos de decir es que la verdad no es una fórmula, una cláusula ni un dogma. La verdad no es mía ni tuya ni de nadie. No es hindú ni cristiana ni mahometana.

La verdad no pertenece plenamente a ningún hombre. La verdad nos transciende y nos exige, antes que nada, una actitud de búsqueda humilde y honesta.

Por eso, sería un error que uno creyera estar en la verdad porque se agarra firmemente a su propia ideología, su cultura o su religión.

Una persona puede repetir una y otra vez fórmulas que ha ido tomando de prestado aquí y allá. Puede recitar credos que ha escuchado a sus antepasados. Puede leer muchos libros, acumular conocimientos y llegar a ser un erudito. Pero aunque sepa muchas “cosas”, ¿qué sabe todavía de la verdad?

Tal vez, lo primero que hemos de preguntarnos cada uno es si, realmente, queremos conocer la verdad.

Aunque parezca extraño es muy raro encontrarse con personas que desean y buscan la verdad. Y la razón es sencilla. Tenemos miedo a la verdad pues intuimos que la verdad nos obligaría a desprendernos de ilusiones y engaños demasiados queridos y nos obligaría a cambiar de vida.

En realidad, no se trata de esforzarse por poseer la verdad, sino dejar que la verdad se vaya apoderando de nosotros y nos transforme.

Pero hay algo más. Los hombres que más apasionadamente han buscado la verdad, sean poetas, místicos o científicos, parecen estar de acuerdo en una cosa: lo esencial permanece fuera de nuestro alcance, la verdad última sigue siendo misterio. La búsqueda de la verdad parece conducir al hombre hacia la adoración.

Es cierto que la cultura moderna ha pretendido borrar el misterio estableciendo, sin fundamento racional alguno, que sólo tiene que existir aquello que puede ser captado por la razón humana. Pero, ¿quiénes somos nosotros para decidir que sólo existe la verdad que cabe en nuestras pequeñas mentes?

El relato de los magos es un símbolo de esa búsqueda sincera, humilde, incansable de unos hombres que buscando honestamente la verdad terminan adorando el misterio.

Fraternalmente

Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya

Párroco


Apreciables hermanas y hermanos:

Quiero agradecer a toda la comunidad parroquial, por su disponibilidad y anchura en desprendimiento en su ofrecimiento del DIEZMO Diocesano. Que el Señor, rico en misericordia les devuelva el ciento por uno, los bendiga abundantemente y les muestre su misericordia. De mi parte Gracias a todas y todos.