17 diciembre, 2023

El hecho puede parecer paradójico pero es real. Jesucristo, personaje aparentemente conocido por todos, es para muchos contemporáneos un perfecto desconocido.

Son bastantes los que creen conocerlo suficientemente, incluso, como para opinar categóricamente sobre él. Y sin embargo, lo que saben de Jesús apenas supera un conjunto de tópicos, imágenes confusas o impresiones infantiles.

En realidad, su conocimiento de Jesús ha quedado reducido al recuerdo vago de unos relatos simplistas y pintorescos. No sabrían decir que relación puede haber entre ese Jesús y la realidad que viven día tras día.

Jesús es para ellos algo pueril y anecdótico que no puede aportar nada válido a la existencia si no es un poco de poesía y utopía ingenua. El hombre realmente serio tiene que buscar en otra dirección.

Más sorprendente resulta detectar la ignorancia de los que se dicen «cristianos». No son pocos los que se contenta con afirmar con los labios «la doctrina católica» que la Iglesia enseña sobre Jesucristo. Ello les proporciona suficiente seguridad y tranquilidad religiosa como para no realizar esfuerzo alguno por conocer la persona, el mensaje y la actuación de Jesús.

Otros se interesan, sobre todo, por el magisterio del Papa en la medida en que puede ofrecer una estabilidad mayor a la familia, a la sociedad y a la historia de los hombres, pero no se preocupan de encontrar en Jesús el inspirador de sus vidas. Se podría eliminar de su religión la persona de Jesucristo y nada vital habría cambiado en ellos.

Si el Bautista recorriera hoy nuestra sociedad contemporánea, podría repetir las mismas palabras de otro tiempo: «En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis».

Antes que adoptar una postura seria y responsable ante la fe cristiana, deberíamos conocer mejor la persona misma de Jesucristo y todo lo que puede significar de interrogante, desafío, interpelación y promesa para el hombre de todos los tiempos.

Javier Sádaba ha afirmado que «lo normal y extendido en nuestros días es que un hombre adulto y razonablemente instruido no es un creyente o un incrédulo, sino que se despreocupa de tales cuestiones». Aparte de lo cuestionable de tal afirmación, es triste encontrarse con «hombres adultos y razonablemente instruidos» cuya ignorancia e indocumentación sobre Jesús es casi total.

Fraternalmente

Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya

Párroco