18 junio, 2023

El reino de Dios no es sólo una salvación que comienza después de la muerte. Es una irrupción de gracia y de vida ya en nuestra existencia actual. Más aún. El signo más claro de que el reino está cerca es precisamente esta corriente de vida que comienza a abrirse paso en la tierra. «Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.» Hoy más que nunca deberíamos escuchar los creyentes la invitación de Jesús a poner nueva vida en la sociedad.

Se está abriendo un abismo inquietante entre el progreso técnico y nuestro desarrollo espiritual. Se diría que el hombre no tiene fuerza espiritual para animar y dar sentido a su incesante progreso. Los resultados son palpables. A bastantes se les ve empobrecidos por su dinero y las cosas que creen poseer. El cansancio de la vida y el aburrimiento se apoderan de muchos. La «contaminación interior» (Ph. Bosmans) está ensuciando lo mejor de no pocas personas. Hombres y mujeres en desarmonía consigo mismos, sin una razón clara para vivir. Personas que viven corriendo, sumergidas en una nerviosa e intensa actividad, vaciándose interiormente, privándose de descanso y paz interior, sin saber exactamente lo que quieren.

¿No estamos de’nuevo ante hombres «enfermos» que necesitan ser curados, «muertos» que necesitan resurrección, «poseídos» que esperan ser liberados de tantos demonios que les impiden vivir como seres humanos? Hay muchos hombres y mujeres que, en el fondo, quieren volver a vivir. Quieren curarse, resucitar. Volver a reír, disfrutar de la vida, enfrentar- se a cada día con alegría.

Y sólo hay un camino: aprender a amar. Y aprender de nuevo a vivir cosas que exige el amor y que no están muy de moda: sencillez, austeridad, acogida, amistad, solidaridad, atención gratuita al otro, fidelidad… Entre nosotros sigue faltando el amor. Alguien lo tiene que despertar. A los hombres de hoy no los va a salvar ni el confort ni la electrónica, sino el amor. Si en nosotros hay vida y capacidad de amar, la tenemos que contagiar. Se nos ha dado gratis y gratis lo tenemos que regalar de muchas maneras a quienes encontremos en nuestro caminar diario.

P. Fernando Sotelo Anaya.