20 febrero, 2022

Ser cristiano no es un asunto de voluntad ni de aceptar una determinada concepción de la vida, sino fundamentalmente es un asunto de amor.

El cristiano es un hombre que descubre que es amado de manera insondable y radical y siente que el único modo de responder a ese amor es vivir amando.

Naturalmente, todo esto puede parecer a más de uno ingenuas elucubraciones que no conducen a ninguna parte. Pero lo cierto es que sin amor la vida se vacía de sentido.

Cuando uno no se siente amado, aunque tenga de todo, en realidad no tiene nada pues el vacío de amor no se puede llenar con cosas ni personas.

Por otra parte, cuando uno no sabe amar y deja sin resolver el problema del amor, puede cubrir su vacío con mil caretas pero, en el fondo, no está haciendo sino ocultar su fracaso como ser humano.

Unos se esconden detrás del dinero. Otros tras el poder. Crece en ellos la necesidad de acaparar y tener seguridad, pero no saben disfrutar de lo mejor que tiene la existencia, que es la amistad y el amor.

En realidad, cuando uno no sabe amar, corre el riesgo de irse haciendo indiferente o cínico, cauto o desconfiado, agresivo o explotador. Poco a poco se habitúa a vivir dominando a los más débiles y concentrando todos sus esfuerzos en aparentar, sobresalir y triunfar.

En nuestra sociedad nacen y se desarrollan ideologías que siempre encierran algo de verdad. Se conciben planes y proyectos que podrían hacernos avanzar hacia una convivencia más humana.

Pero el hombre contemporáneo no se atreve a afrontar con decisión el cambio que realmente necesita: dejar de vivir encerrado egoístamente en sí mismo, dejar de girar interesadamente en torno a su propio “yo”.

Y seguimos tratando de construir una sociedad más solidaria con hombres y mujeres radicalmente egoístas. Nos esforzamos por lograr una sociedad más socialista con personas viciadas por el espíritu capitalista.

Pero no es posible “progreso revolucionario” alguno mientras en una sociedad se piense que hombre de éxito es aquel que logra acumular en menos tiempo la mayor cantidad de dinero o poder y que es un imbécil quien vive dando desinteresadamente su vida por los demás.

Hay otra manera de ver las cosas. La de aquel Jesús que valor por encima de todo la capacidad de amar y la libertad interior de quien sabe incluso amar al enemigo y “hacer el bien sin esperar nada”.
Fraternalmente
Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya
Párroco

 


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