1 diciembre, 2024

¿En qué dirección nos estamos moviendo?, ¿hacia dónde vamos? Pocas preguntas producen mayor inquietud. Porque, ¿qué respuesta se puede dar?, ¿quién puede saber qué se está generando en las entrañas de nuestra interminable historia de violencias, enfrentamientos e incapacidad de diálogo?

Este tipo de preguntas provoca, en no pocos, pesimismo: vamos irremediablemente a la catástrofe, a la división de un pueblo, a la descomposición. Otros quieren mantener el ánimo pensando que el futuro, sólo por serlo, será mejor: no es posible seguir así largo tiempo; la sociedad se está cansando; un día las cosas se arreglarán.

Lo primero que hay que decir es que el futuro no está escrito. Las generaciones venideras recogerán lo que ahora sembremos. El porvenir de un pueblo se va gestando en el presente, con nuestra manera de pensar y de actuar, con nuestro estilo de vivir y nuestro modo de enfrentamos a los conflictos. ¿Estamos en el camino de resolver nuestros problemas de fondo?

A mi juicio, el primer error es olvidar una de las lecciones más claras de la historia: las imposiciones violentas no sirven para construir una convivencia política duradera. Se requiere que las ideas sean asumidas por la conciencia colectiva, y obtengan la adhesión libre y pacífica de los ciudadanos. Sólo así se puede avanzar hacia una convivencia más humana.

Esta es mi segunda convicción: lo más decisivo para la dicha o la infelicidad de las futuras generaciones no va a ser la fórmula jurídico-política que se logre imponer, sino la visión de hombre y de sociedad, el talante democrático, el reconocimiento de la propia dignidad y la de los demás, la búsqueda eficaz del bien común. Se discute sin fin sobre «autonomía», «autodeterminación» o «independencia». A mí lo que me preocupa es el tipo de hombre que se está gestando entre nosotros.

Hay, por eso, preguntas que me parecen claves: ¿cómo poner en marcha una corriente social que nos lleve a un desarrollo más humano y justo de la convivencia?, ¿cómo promover una cultura más penetrada de sentido ético?, ¿cómo impulsar una acción política basada en actitudes y compromisos que generen integración, y no separación, unión de fuerzas, y no división? Estas son realidades que han de ser muy cuidadas en un pueblo tan pequeño como el nuestro.

Pero el estilo de vida y la calidad de la convivencia no se improvisan. Se requiere un clima social que los estimule. Un modo de hacer política al servicio del bien común buscado lealmente por todos y para todos. Un esfuerzo de educación integral de las nuevas generaciones. Los cristianos, por su parte, no han de permanecer indiferentes y pasivos. Desde las familias creyentes, desde las parroquias, desde los centros educativos, desde el compromiso personal, han de colaborar en la creación de una convivencia más humana. Las palabras de Jesús nos interpelan: «Estad siempre despiertos.»

Fraternalmente

Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya

Párroco