12 julio, 2021

Sociólogos y siquiatras describen en sus análisis los rasgos que parecen definir cada vez de manera más clara el perfil del hombre contemporáneo. Sin duda, no todo es negativo. Lo que resulta, tal vez, más preocupante es el vaciamiento y la degradación de la vida que constatan en muchas personas.

Según diferentes estudios, el hombre de hoy es cada vez más indiferente a “lo importante” de la vida. Apenas le interesan las grandes verdades de la existencia. No tiene certezas firmes ni convicciones profundas. Es cierto que busca mucha información para saber lo que está pasando. Pero esto no le ayuda a formarse ni a ser más sabio y profundo. Recibe noticias, pero le falta capacidad para hacer una síntesis de lo que le llega.

Se trata, al mismo tiempo, de un hombre cada vez más hedonista. Sólo le interesa de verdad organizarse de la manera más placentera posible. Aprovecharse, disfrutar de la vida y sacarle jugo. La vida es placer y si no, no es vida. A este hombre le cuesta cada vez más, interesarse por algo que no sea su propio bienestar, su dinero o el pasarlo bien.

Otro rasgo es la permisividad. Cada vez es mayor la resistencia a aceptar códigos o normas de comportamiento. Es bueno lo que me apetece, y malo lo que me disgusta. Eso es todo. No hay prohibiciones ni terrenos vedados. No hay tampoco objetivos ni ideales mayores. Lo importante es el pragmatismo: lo que a mí me va bien.

Mientras tanto, la vida se va vaciando de verdadero contenido humano. El hombre se queda sin metas ni puntos de referencia. Las personas tienen cada vez más fachada y menos vida interior. Los valores humanos son sustituidos por los intereses de cada uno. Al sexo se le llama amor; al placer, felicidad; a la información televisiva, cultura.

Pero el hombre es demasiado grande para contentarse con cualquier cosa. No pocos analistas toman nota del número creciente de personas que, cansadas de vivir una vida tan “rebajada”, buscan algo diferente.

Es difícil vivir una vida que no apunta a ninguna meta. No basta tampoco pasarlo bien. El hombre necesita arriesgarse y crecer comprometiéndose en causas nobles y dignas. La vida se hace insoportable cuando todo se reduce a fachada y frivolidad. Estamos hechos también para cultivar el espíritu y la alegría interior.

Una vida hueca y superficial es siempre una vida vulnerable. Tarde o temprano lleva al cansancio. Hay mucha gente hoy cansada de vivir, pero no como consecuencia de sus compromisos y tareas sino porque no pueden soportar ya su propio vacío.

Esta sociedad necesita dar un giro radical. Hay que “predicar la conversión”, impulsar el cambio, pero, sobre todo, hay que introducir en la cultura moderna y en la convivencia social valores, actitudes y comportamientos que nos hagan más humanos.

Fraternalmente
Pbro. Luis Fernando Sotelo Anaya
Párroco